BONNIE & CLYDE (y III)

 

– ¿A dónde viajabas con tu mamá?

– No lo sé. Al mar, como cada año

– Entonces te llevaré al mar. No te preocupes, iremos al mar.

Yo no iría nunca a Cuba ni a la Florida, ni siquiera a la jodida Venezuela, pero el puto niño sí que llegaría hasta el mar, porque cuando tú decías “no te preocupes” era palabra sagrada, era como decir que el mundo es redondo.

Sentamos al niño en la moto, en medio de nosotros dos, no teníamos cascos para los tres pero su cabecita quedaba protegida entre mi pecho y tu espalda. Creo que se durmió nada más entrar en la autopista de la costa a pesar de la mala posición y del runrún de la Suzuki Van Van.

Conducías concentrada a 80 o a 90 y no nos cruzamos ni un coche de la poli en mucho rato. Debían estar ocupados buscando a un niño rubio medio bobo por el aeropuerto. Yo cavilaba sobre nuestra situación y en todo lo que se estaba torciendo por momentos, aquella noche de sábado no debía terminar de aquella manera, con tu hermana cabreada como una mona porque le habíamos cogido sin permiso la moto, con el culo que me dolía de tanto rato ir de paquete, con los brazos tiesos de sujetar a un niño para que no se cayera y la cosa se jodiera del todo, y con un niño robado, sobre todo con un niño robado

Paraste en una gasolinera de esas que parecen una boutique, de esas que tienen de todo, de esas que cuando descuelgan la manguera una voz de locutora de radio te dice qué tipo de carburante has elegido y cuando has terminado te da las gracias y te recuerda que ellos siempre tienen mejor precio que la competencia. Sonreíste antes de decir separando las silabas “nos-que-da-mos-sin-naf-ta”, y sonreíste porque habías utilizado tu palabra adecuadamente, tu palabra recién aprendida.

– pero no tenemos dinero, no puedes llenar el depósito.

-Déjame a mí…

Y te metiste en la tienda en busca del empleado, vi como le hablabas con la cabeza un poco ladeada, con ese gesto que utilizas cuando quieres algo o cuando no quieres algo. Nunca habíamos atracado una gasolinera, por lo menos yo, y no sé si tú lo habías hecho alguna vez. Sí que habíamos robado ropa, y bebida, y música, y cosas que nos gustaban, pero nunca habíamos atracado a nada ni a nadie. Era muy mala idea atracar una gasolinera, sobre todo porque llevábamos un niño robado con nosotros.

Saliste contenta y metiste la manguera del surtidor en el depósito. La máquina empezó a escupir su líquido. El empleado nos miraba desde la cristalera e hizo un gesto cuando el tanque se llenó, sus ojos tenían luz. Era un marroquí joven de pelo rizado y dientes picados, de piel tiznada. A ti siempre te han gustado ese tipo de hombres, a los que puedes putear sin remordimientos porque la vida les ha puteado mucho más y sabes que lo tuyo no le hará el mínimo daño.

-¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo lo has enredado?

-Fácil. Ese morito se hubiera comido, si se lo llego a pedir, un cubo de tocino por el Iphone 5 amarillo.

-El niño tendrá llantera en cuanto se percate, apuesto lo que quieras. 

-Y ahora ¿qué hacemos?

Eso es lo más me cabrea de ti, tu manera de desprenderse de los problemas, así, como quien no quiere la cosa; yo te seguía a todas partes, yo me dejaba enredar en todas tus locuras, yo nunca protestaba aunque presagiara tormentas de la ostia, y cuando tu ya te aburrías o te cansabas del juego descargabas tu responsabilidad sobre otro, sobre mí. Usabas el plural a tu conveniencia, a tu antojo.

Estaba enfadado, me puse muy serio y me negué a seguir, estaba hastiado de llevar a un niño robado, no éramos Bonnie y Clyde, ni deseaba acabar como ellos,  yo me quería volver a casa, me tumbaría a escuchar música, me fumaría algo que tenía de reserva en el bote de las monedas y me olvidaría de la venezolana, del niño y de la mierda de sábado. Te dije todo eso del tirón para que no me interrumpieras. Al acabar solamente sonreíste y me lanzaste un beso al aire. Entonces acunaste al niño en tus brazos con mucho cuidado para que no se despertara y lo llevaste hasta la tienda de la gasolinera. Volviste a ladear la cabeza, volviste a engatusar al marroquí, aunque ya no tenías nada que ofrecer a cambio de no sé qué. Te vi meterte la mano por delante del pantalón, como si te picara el coño, y luego te vi pasarle algo al moro. ¡ Claro ! ¡ Ahí es donde te guardas la tuja ! Joder, el hachís que sisaste a los dominicanos, jajá. Eres la polla.

 Luego saliste sin el niño.

-Mañana Mohamed subirá a Makaulkyn en un autobús que lo lleve a la playa. Vámonos.

Y volvimos a montar en la moto con suficiente nafta para regresar a casa.

Al incorporarnos de nuevo a la carretera miré el cartel luminoso de la marquesina de la gasolinera. Era uno de esos en los que las letras se auto escriben y corren de derecha a izquierda. Y comprendí en ese momento el significado de aquel sábado, de la vida, te comprendí a ti, a mí.

El rótulo era un bucle que se pude leer varias veces en un minuto: Gracias por su visita.  La estación de servicio de ALQUERIES DEL NEN PERDUT les desea feliz viaje.  Conduzca con cuidado.

 

ALQUERIES DEL NEN PERDUT

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16 comentarios en “BONNIE & CLYDE (y III)

    • Te contaré un secreto: todos y cada uno de los personajes son reales, en la vida real existen, quizás menos inflados, quizás menos virtuosos, quizás más anodinos. Pero este secreto tú ya lo sabías ¿o me dirás que la serie «no lo cuentes» es toda ficción?
      Abrazo. está padre tu manera de sacarte historias de donde no lo parece.

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  1. «No se acepta premios ni reclamaciones»
    No me interesa, no lo veo como un premio, sólo te aviso que te he recomendado, porque es jodidamente genial leerte, no te dejo el link, pero ya sabes…

    Bueno, te sigo leyendo 😀

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      • Sí claro!! Las reglas hay que romperlas antes de que nos rompan ellas!!
        Cómo no recomendarte, si eres tan único en tu genero!! Lo he hecho, porque vale mucho la inversión del tiempo en tus letras!

        Un abrazo!!

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  2. Cortázar con su Rayuela también empezó así.
    -yo soy de los que empiezo leyendo el periódico desde atrás, es una manera de ir dejando las desgracias para el final-
    😉
    Petò.

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