BÓSFORO

bosforo

Ella tiene tanta imaginación o más que yo, ambos lo sabemos. Hoy vamos a exprimirla un poquito, cada uno con los horarios trastornados de estar en puntos opuestos del mundo, con unos horarios cabrones que tienen sus propias coordenadas gps. Hoy vamos a jugar a imaginar.

Imaginemos su bósforo a media tarde, libre de textiles después de una ducha tibia de marzo.

Un bósforo natural del color de las panochas maduras, un bósforo rezumando olores y sabores que la industria jamás podrá imitar. Ahora imaginemos que a su bósforo llega una mano que no es la suya -la mía por ejemplo- y lo cubre totalmente. Esa mano -mi mano- lo abarca y lo aprieta hacia abajo, sin acariciar, solamente presiona sobre el monte de venus y deja pasar los minutos. Es una mano que se comporta con tosquedad, ruda en las formas pero no brusca. Ahora mismo su bósforo se siente aprisionado y molesto, desea que la mano haga algo, que se aparte o que inicie algún tipo de movimiento. O mejor, que se convierta en ariete y entre a empujones, rompiendo con todo, a explorar en qué parte de su coño nacen los tsunamis.

Pero la mano -mi mano- quiere jugar de otra manera. Hoy será distinto, raro. La mano entreabre un poco los dedos, el corazón y el anular se apartan lo suficiente como para que un moco de pavo incandescente salga a respirar. Algunos lo llaman clítoris, pero para mí es la polla de las tías, es el centro de gravedad de una mujer, es donde converge toda la sabiduría y puterío de una hembra; y como tal se merece máximo respeto y veneración.

Ese trozo de carne amorfa y palpitante que sobresale entre los dedos está preparada para ser lamida, besada, mordisqueada. Puedo pellizcarla, puedo escupirla, puedo volver a unir los dedos y provocar dolor, puedo liberarla de la prisión y dejarla abandonada a su suerte, o puedo acompañarla en el viaje hacia el orgasmo. Ahora mismo soy el dueño de la voluntad de su bósforo. Tengo el mismo poder que tienen ellas cuando me trabajan el rabo.

Pero hemos dicho que hoy íbamos a jugar a imaginar, también hemos dicho que ella tiene tanta o más imaginación que yo.

Ella tapará su bósforo con una mano -con la suya propia- e imaginará que es la mía. Ella separará sus dedos para que asome ese apéndice eréctil e imaginará que son los míos. Ella acariciará, pellizcará, escupirá, escarbará, mimará, palpará, y le hará todas las perrerías que yo –en la otra jodida esquina del planeta- estoy imaginando.