HUELGA

Huelga de qué, para qué, por quién.

Huelga inútil de subordinación a la entrada de la Seat en el turno de noche, huelga inservible de proselitismo frente al Corte Inglés por la mañana. Huelga para que todo quede igual, huelga para que las cosas cambien sólo a favor de los de siempre. Huelga por que los subvencionados no pierdan su derecho a dinero gratis, huelga por los que no tienen nada que perder nunca puedan perder nada.

Quiero una huelga efectiva, con una violencia justita –la colleja (suave) al conseller d’economía o al concejal de urbanismo estaría bien vista y no sería delito-, una huelga sin discursos de sindicatos obsoletos, una huelga sin supuestos y sin estadísticas mentirosas.

Quiero que la mano derecha haga huelga y todo nos salga torcido, esperando que así se enderece la cosa (ojito los zurdos no abusen de su destreza en un día como hoy). Quiero que las pornoactrices hagan huelga, y que los salidos utilicen su imaginación para tocarse, ya está bien de que todo se lo den hecho. Quiero una huelga de las redes sociales y que la gente vuelva a comunicarse como siempre: tomando unas cañas y despellejando unos cacahuetes, hablando por hablar y dejando pasar el tiempo.

Quiero una huelga de sirenas de ambulancia y de mangueras de bombero, que nadie las necesite y sean objetos del museo de antropología. Quiero una huelga de las putas que hay tras el estadio del Barça, que cierren las piernas y que los hinchas no utilicen el subterfugio del fútbol para un disfrute de emergencia. Quiero una huelga donde la gente pueda mearse en los probadores del Zara y que su dueño sea el directivo mejor pagado en olor a pis. Quiero una huelga donde los seguratas del metro tengan como mínimo el graduado escolar. Quiero una huelga donde no haya que pagar ninguna comisión a los bancos, para que cierren y se reconviertan en fumaderos legales.

Quiero una huelga de cuatro años para que nos olvidemos de esta puta crisis (es el tiempo que tarda cualquier mierda de alcalde en tener su futuro solucionado). Quiero una huelga de bisturíes, de silicona, de injertos, para que las tetas sean de caída natural, para que los calvos tengan cara de felicidad. Quiero una huelga de ventanillas abiertas y poder viajar en autobús sin preocuparme de los guarros que no utilizan desodorante. Quiero una huelga donde los cantautores con varios discos de oro no sean los principales portadores de pancartas. Quiero una huelga donde Bruselas se meta sus directrices por donde amarga el pepino. Quiero una huelga donde la gente se busque la vida como siempre lo ha hecho: trabajando, soñando, divirtiéndose.

Quiero una huelga de no recoger mi bandeja en el McDonald’s, un asco de comida de plástico a precio de percebes. Quiero una huelga de no tener que pagar por el arte, como mucho invitar a una paella al artista que se lo merezca.

Quiero una huelga de las olas del mar para que no borren de la arena el nombre escrito en el verano de mi adolescencia.

Y tú ¿qué huelga quieres?

LA CACERÍA

El gato recorre sigilosamente las cornisas de los suburbios pasando desapercibido  entre letras ajenas, camuflándose perfectamente entre sombras y resquicios; su tarea es seguir buscándola cada noche. Olfatea el humo de los cigarrillos esperando encontrar su aliento en una calada compartida, escucha ronroneos dispersos para encontrar una voz que no pretenda amaestrarlo, provoca gemidos y no los reivindica, observa desde los áticos a las gatas que bufan pidiendo una tregua, pero el gato está ocupado en otra guerra. Solo maúlla su rabia cuando le molestan.

Sabe que si persiste algún día ella aparecerá, pero el mundo se le está haciendo tan pequeño; ha visto muchos –demasiados- sitios, ha estado en muchas –demasiadas- ciudades, ha bregado en muchos zafarranchos. Cuando la encuentre ejecutará su estrategia milenaria: con suma cautela estudiará sus balanceos de mujer, se aprenderá de memoria los colores misteriosos de sus sonidos, calcará en la retina transparente de sus ojos la silueta mágica de ella, y se hará inseparable de sus sueños en cada madrugada, llenándola de miaus.

Y cuando por fin la encuentre vendrá el paso más arriesgado. Deberá aprovechar una noche calurosa de insomnio para colarse por su ventana y esperar una pequeña distracción. Se dejará ver entre las cortinas con sus uñas envainadas, con sus pupilas rojas iluminadas, con lo bigotes relamidos, y dará tiempo a que sea ella quien lo llame: minino, minino. Entonces caminará orgulloso entre sus piernas, acariciando imperceptiblemente sus medias de colores, se detendrá bajo sus faldas arqueando el lomo, erizando el suave pelaje negro, estirando la cola hacia arriba, hacia lo más alto, hasta llegar a rozar con toda la delicadeza erótica posible su clítoris.

Debe ser por todo ello que el gato fue la mascota preferida de Cleopatra, y a otros animales en cambio los sacrifican cada domingo en la arena, o los envían a dirigir el tráfico de los corderos.

SOY, SOY, SOY

Soy animal.  Fagocito, regurgito, defeco, me apareo, cambio de pelaje, mato, muero.

Soy mineral.  Me hundo en los líquidos, me fragmento en los fuegos.

Soy textil.  Me doblo, me arrugo, me encojo.

Soy metal.  Me oxido, me fundo, me transformo.

 

Soy agua.  Potable o de pantano.  Embotellada o de arroyo.

Soy esponja.  Succiono, chupo, absorbo.  Me impregno.

Soy puta.  Me vendo, me compran.

Soy tonto.  A veces regalo el completo, y nunca hago lo que me pide el cliente.

 

Soy ladrón, soy asesino.  Robo, secuestro, timo, engaño, violo, mato.  Huyo.

Soy reo.  Inocente, culpable.  Qué más da.

Soy verdugo.  Vuelvo a matar.

 

Soy orgánico.  Maleable, destructible, contagiable, recuperable, desechable, reciclable, transformable.  Perecedero.

Soy fármaco, soy placebo.  Soy droga, veneno, mierda, maná.  Seré petróleo, alquitrán, carbón, grafito.  Seré gas, erupción, terremoto, explosión.

Soy como soy