HISTORIA DEL HOMBRE DOBLE

hd5

Es difícil caminar por las calles donde todavía quedan algunos que le conocen, algunos que le saludan, algunos que le preguntan por su vida, por sus sueños, y a esos algunos ¿qué coño les importa? Por eso mismo se ha inventado un juego al que nadie más sabe jugar.

Alguien Conocido: Hola, ¿Cómo estás?

HombreDoble: rododendro.

Alguien Conocido: ¿Cómo?

HombreDoble: Error, debiste responder con alguna  palabra de sonoridad similar. Por ejemplo  edredón

Alguien Conocido: ¿pero…?

HombreDoble: Lo siento, perdiste turno. Otra vez será.

Es un juego tan sencillo que todavía no se explica cómo siempre les gana a todos. Si alguien se le acercara diciendo de sopetón molinillo de pimienta lo más lógico sería responder pantalla reflectora, o si le soltaran a bocajarro desastre ecológico evidentemente contestaría archipiélago desierto. Es tan fácil jugar como hacer trampas.


El HombreDoble lleva una niña muerta en el coche y siempre está de pie, siempre está de pie. No le dejan solo desde el día que tiró la radio contra la pared; pero es que ya está harto de tanta música, de tantísima música, tiene los oídos lastimados de tanta música, de tantísima música. La niña muerta del coche está en el asiento del copiloto, aunque a veces la arroja al asiento de atrás para no ver sus cabellos lacios. Y ya le duelen las rodillas de estar de pie, siempre de pie, no se ha sentado desde que las butacas le miran turbio.


Hubo una época en la que perdía las tardes sentado en la Taberna del Escocés, ya que para el HombreDoble éste era un sitio mágico: la decoración cambiaba según su estado de ánimo. Comanda la barra un tipo que nunca mira a los ojos pero que todo lo ve. Hay quienes aseguran que es el auténtico Escocés que da nombre a la taberna, pero los asiduos lo llamamos simplemente El Viejo. Dicen que huyó de Edimburgo cuando se supo que uno de sus bisabuelos había dado el cambiazo a  la piedra de Scone por una boñiga fosilizada de percherón, dejando sin validez real las últimas coronaciones británicas de los Windsor; pero los que realmente le conocemos damos fe de que él fue el auténtico y genuino cazador de peces espada mitificado en El viejo y el mar, confiándole la historia de su vida a Hemingway para que se ganara unos dólares escribiendo aquella novela; años más tarde Don Ernestito –como le gustaba anunciarse en los desmadres apocalípticos de ron añejo, cigarros habanos y mulatas venenosas- jugaba a la ruleta rusa delante de un espejo, se apostó tres disparos consecutivos a ver quién de sus dos yos se aguantaban la mirada durante más tiempo. No hace falta recurrir a las hemerotecas para certificar que venció el espejo. En aquel preciso momento El Viejo se vino a la otra punta del mundo a ver pasar la vida en esta taberna.

La Taberna podría ser el ambiente perfecto para cualquier seguidor de Bukowski, acompaña sobremanera una atmósfera cargada de humo y ceniceros a medio rebosar, vasos sucios de whisky, de cerveza negra, de llantos ruinosos, y enlazándolo todo emerge un odio vaporoso y perenne a las mujeres destroza-corazones, a las mujeres-enigma, a las mujeres de pies sucios. Cada hora en punto, entre los pocos clientes y las muchas sillas, navega surcando la melancolía un Titánic fantasmagórico, que exhibe moribundo la herida abierta a babor por un iceberg traicionero. En resumen: el hogar ideal para cualquier perdedor.

Entre la puerta de acceso a los baños y la mesa de billar francés persiste flotando un arcoíris en blanco y negro, junto a la máquina de discos permanece inmóvil una geisha de rostro níveamente lacado, pero cada cuatro minutos pierde su rigidez corporal para meter unas monedas en la musicbox y seleccionar Piano man. En ciertas ocasiones, coincidiendo con algún eclipse lunar o con algún cambio en la trayectoria del cometa Halley, se equivoca de tecla y suena Everybody’s talking. Durante todas las tardes de varios veranos la geisha, El Viejo y el HombreDoble escucharon incesantemente cientos de veces aquellos dos únicos temas. Quizás sea ésta la causa de su aversión a la música.


Comer a las horas convenidas –desayuno, almuerzo y cena- es una rutina en sí, pero acompañar el movimiento mecánico de masticar con una cantinela ajena e intracraneal es lo peor:

Voz interior: Deberías estudiar algo, idiomas por ejemplo. ¿Te has tomado la medicación? Podrías buscarte un trabajo sencillo y conseguir dinero para tus cosas. ¿Has visto a tu primo que ya es abogado y tiene novia?

HombreDoble:

        Vale.

               No.

               Muy bien.

                                  Que le jodan.

 

Seguramente a Ratso Rizzo no le daban tanto la monserga con todas estas gilipolleces, se buscaba la vida y no molestaba a casi nadie. Sin embargo Dustin Hoffman está detrás de la pantalla, su personaje -ese rengo tuberculoso- da pena penita pena a casi todo el mundo, y él, nuestro HombreDoble, está anclado en la vida real, él no importa una mierda a nadie…


Y vuelve a salir a la calle a caminar, buscando palabras sonoras que le hagan digerir más fácilmente la vida: pantalones nublados, acordeón bisiesto, sulfuro de cerezas, sandalias de tormenta.

A veces toma el autobús o el tranvía, como hoy, porque el HombreDoble nunca puede viajar en taxis, le es físicamente imposible permanecer de pie dentro de ellos. En su propio coche ha arrancado el asiento y ha hecho una claraboya en la capota, así puede permanecer de pie mientras conduce. En la estación de autobuses ni siquiera saludó a Lola cuando se encontraron casualmente, tal vez ella insistiría en que fueran a hacer el amor como en los viejos tiempos, y él no tiene ganas de hacer nada, está muy cansado, hastiado de todo, está harto de estar de pie toda la vida, está harto de su viejo coche, y de cambiar a la niña atrás y adelante, adelante y atrás, está harto de follar con mujeres que quieren que vuelva a ser el mismo que fue antes  -obviamente  ese antes  inmediato a tirar la radio contra la pared del pasillo-,  está harto de la melodía de las películas que tanto le gustaban en otros tiempos. Cualquier día de éstos se arrimará a la caja de ahorros y sacará todo el dinero que le queda para gastárselo en putas, porque ellas solamente pretenden de él los billetes con retratos de faraones consuetudinarios impuestos, las demás mujeres que ha conocido siempre lo quieren todo: amor, ideas, voz, futuro.  TODO.


Ese dolor de corazón que tiene desde hace más de dos meses no es del tabaco, ni de un amor contrariado, ni de respirar a marchas forzadas con la cabeza metida en una bolsa de plástico mientras se masturba, aunque los médicos se empeñan en contradecirlo. Es un dolor al que le ha tomado cariño, un dolor que le escolta desde el día más feliz de su vida, desde hace poco más de dos meses.


Cada mañana la niña de la casa de enfrente practicaba las escalas musicales de su flauta dulce.

hd9

Una y otra vez, incansablemente y con manifiesta torpeza., la niña no es capaz de aprender a soplar con la misma intensidad las siete putas notas.

doremi

El problema es controlar el aire, rumiaba el HombreDoble, y decidió darle una ayudita; cerró sus manos sobre aquella tierna garganta intentando gobernar la fuerza y cadencia del soplo. El flujo de aquellos pequeños pulmones fue amainando hasta desaparecer en un suspiro, y solamente entonces comprendió que era mucho más feliz con una niña muerta y silenciosa, con una niña que ya no castigará sus oídos con esas dichosas escalas desentonadas.


El segundo día más maravilloso de su vida fue aquel en que aprendió a escribir a máquina con un solo dedo, fue el mismo en que destripó el aparato de radio contra la pared empapelada del pasillo. En el colegio le enseñaron a escribir con todos los dedos de ambas manos y sin mirar el teclado, pero ahora escribe con el dedo índice de la mano derecha y con la izquierda hace de todo: fuma, bebe, juega al veo-veo con las arañas que pueblan las cornisas de sus techos, hace figuras chinescas con las sombras sobre el cabezal de la cama, o simplemente se toca el sexo.

Sin títuloescribió cien veces en cien hojas, con un solo dedo de una sola mano, mientras que con la otra acariciaba el pelo rubio y pesado de la niña muerta que lleva en el coche.

En aquel momento el HombreDoble  se sentó por primera vez desde la inauguración del mundo.

 

 

A un clavel que pretendía ser cactus

 

 

 

 

LOS AUSENTES

Diario de a bordo (últimos días)

En el grupo ya no éramos tantos, se había ido reduciendo calladamente desde hacía dos o tres años. Al principio era difícil saber quién faltaba porque no nos conocíamos lo suficiente como para echarnos de menos, a veces dejaban de venir algunos de los recién llegados, de los nuevos, y todos reíamos pensando que habían desertado, que no habían sido capaces de integrarse, que la misión les quedaba grande. Los machos-machos siempre menospreciamos a los ausentes.

Los informes desde el exterior así nos lo hacían creer, las noticias gubernamentales no dejaban lugar para las dudas: todo va bien, las guerras externas no nos afectan, el asteroide portador de la mala suerte no podrá atravesar nuestras barreras. La Retro-resistencia (legal e instaurada desde siempre) contraatacaba dibujando mundos paralelos llenos de desgracias, llenos de fantasmas  grisáceos.

Después hubo unas pautas que hicieron oscilar nuestra fe. Pasado el verano, tras los campeonatos mundiales de imbecilidad, el grupo disminuyó drásticamente, nos dimos cuenta porque faltaban algunos de los más antiguos, de los más expertos, de los que eran indispensables en su sector. Luego las bajas se producían en el último día de cada mes, justo después de recibir los salarios. Ya no nos creíamos las bromas de los caporales: seguro que se acertó los números de la lotería; dijo que había heredado unas tierras en el norte y quiere dedicarse a plantar orquídeas; soñó que le quedaba poco tiempo de vida y quiere recorrer el mundo; ha pedido la excedencia para estudiar el canto de las sirenas. Falso, todo falso.

Ahora es peor, tenemos el miedo metido muy dentro, tan dentro que a veces se manifiesta en el interior de los calzoncillos. Los lunes de cada semana nos enumeramos y buscamos las caras de los que faltan, cada lunes desaparece alguien. En el exterior todo sigue casi igual, los noticieros siguen mintiendo, la Retro-resistencia logró el poder con su estrategia del desasosiego y están cambiando las cosas a su manera, lo que antes estaba bien ahora está mal, lo que antes estaba mal ahora está peor. Nos quieren volver locos, nos quieren alienar. Lo están consiguiendo.

Ayer comíamos en silencio los pocos que todavía quedamos, cruzábamos miradas de recelo entre nuestros platos y nuestros ojos. Uno de los últimos especialistas trasladados -porque ante la falta de recursos habían reorganizado el grupo- rompió el mutismo:

Los he visto, sé donde están los que faltan.

– ¿a todos? ¿has visto a todos? ¿estás seguro?

-Sí, todos.

-¡¡ Demuéstralo ¡!

Esa misma noche el grupo se dispersó por la ciudad, algunos hicieron vigilia en sus coches, otros en las pocas casas de putas que permitían las nuevas autoridades, yo me quedé escondido en un portal fumando (pronto prohibirán fumar en portales que no estén pintados de azul), soñando (pronto prohibirán soñar si no es con documentos y vacunas) y mirando las estrellas (pronto no quedarán estrellas). Muy temprano, a la hora y el sitio convenidos, nos volvimos a reunir justo después del alba, cuando el tráfico de coches y autobuses anula la tregua de la noche. Y era cierto, allí estaban todos y cada uno de los ausentes, más viejos, más tristes, más muertos, pero allí estaban todos. Permanecían mudos en una fila interminable, no había olor a café recién hecho en su aliento, no había luz de alboroto en sus ojos. Caminaban con los pies pegados al suelo cada vez que la fila avanzaba. ¿pero dónde terminaba –o empezaba- esa fila?

Con la valentía de la insensatez nos atrevimos a anticiparnos hasta llegar al destino de aquellos hombres y mujeres, allí descubrimos el horror que les mantenía inmóviles, unos detrás de otros: todos esperaban turno frente a las puertas de las oficinas de la INEM. (1)

 

NOTA: A pesar de muchos sé que todavía hay remedio, que aún nos queda la esperanza de que todo mejore. Lo sé porque aquella noche, mientras fumaba, mientras soñaba, mientras miraba las estrellas, la vi pasar (la esperanza), cruzó lentamente entre las azoteas, volaba sobre una alfombra y tomaba apuntes de lo que tenía que resolver en cuanto tomemos conciencia de lo que nos está cayendo.

 

(1) INEM, Instituto Nacional de Empleo. Oficinas estatales donde debes acudir cuando estás sin trabajo, allí te marean con papeles, con certificados, con fotocopias. Acaban diciéndote que te vayas a tu casa, que no des mucho la lata, que hagas un curso de formación inservible como por ejemplo sanador de almorranas, que ya te llamarán, que aprendas alemán y te vayas a limpiarle el culo a los teutones, etc, etc.

.