LO.LEE.TA

A ella le doblo la edad, aunque este dato no sea indispensable, lo mejor es dejar claro que mueve el culo como un demonio y el pelo como los ángeles. En cambio yo busco asiento en el metro  y me afeito la cabeza para disimular la alopecia. Ella sonríe a la vida con sus dientes blanquísimos y sus labios rojos, y yo voy dos veces al año a Vitaldent para que me maquillen las manchas del tabaco y algún empaste traidor.

El sábado por la noche  me lo paso con su mamá, la cual me considera un gentelman  en vías de extinción porque le abro la puerta del taxi y le acomodo la silla del restaurant.  En cambio mi ángel/demonio ocupa esa noche en hacer babear de lujuria a todos los mindundis del Joy Eslava; jamás el merengue, la bachata y la salsa se han bailado con tanta lascivia, ella convierte la danza en un arma destructora. Pero los domingos por la mañana, mientras su mamá  me cocina una riquísima sopa de carabineros, nosotros recorremos Argüelles. Yo invito a vermú de grifo y a mejillones tigre, mientras ella encandila a toda la barra del bar. La lástima que sienten los camareros por mí yo la traduzco en envidia. El vermú de Reus, siempre de Reus  -porque en Tarragona tienen dos cosas: petroquímicas y destilerías, y yo invariablemente he sentido filia por los espíritus con graduación-  sigue corriendo por mi cuenta mientras ella se hace  dueña y señora de todo Pintor Rosales. Ella y su minifalda. Siempre la cortísima minifalda, en invierno y en verano. Abjuro de los seis kilómetros de La Castellana frente a la longitud de sus piernas y el santuario que esconden en el vértice de su unión.

Hemos follado dos o tres veces, no lo recuerdo con precisión, aunque debería haberlo anotado; medallas olímpicas no se ganan todos los días. Dejamos de meternos en la cama porque mientras yo intentaba batir mis marcas ella tenía la cabeza y el coño en veinticuatro sitios diferentes Ahora me la chupa a veces. Hay un pacto no escrito: ella me deja lucirla por medio Madrid y me hace un oral rapidito a cambio de que yo corra con sus gastos. Puta no es su segundo nombre, quede claro.

Supongo que desde la primera línea era predecible esta historia. Incluso para mí debería ser previsible. Pero conocer una mentira no implica la necesidad de negarla.

Ahora, ya pasado algún tiempo, yo sigo cenando los sábados por la noche con su mamá. De primero una sopa estupenda, seguimos con algo ligero sin sal ni grasas, y tras los postres nos metemos en su habitación y tenemos un sexo correcto. Luego cojo el metro hasta Sol y me quedo fumando en Arenal con San Ginés, sé que ella aparecerá por allí tarde o temprano, un ejército de babosos también espera el reclamo de sus caderas.

Mañana otro condenado a muerte la invitará a vermú, de Reus, siempre de Reus, y a mejillones tigre.

LA NO TRAGEDIA DE LOS LUNES

a Paula, que necesita agua.

—»Todo bien, no te preocupes» disparó a quemarropa con aquellas balas cargadas de mentira—

 

Los lunes no serán abismo ni tormenta, siempre y cuando ella abra su bolso y se encuentre dentro las mismas tres cosas que metió el viernes por la noche: medio paquete de Winston blando con restos de tuja en el chivato, el Samsung recién cargado y un sujetador azul.

Amanecer un lunes sin bragas después de un weekend nocivo y desequilibrado es asumible. En cualquier Primark se pueden comprar  tres por 5€. Pero lo que ella no puede consentir es regresar a casa sin tabaco para capear el insomnio, sin el sutién azul que tanto le gusta, y sin el móvil con sus miles de atardeceres fotografiados,

La gente se vuelve muy dramática con eso de que la semana empiece en lunes, pero ella sabe que alguien o algo los ha puesto ahí precisamente para evitar que el desmadre iniciado un viernes por la noche pueda acabar con la humanidad.

Ella a la vida no le pide mucho, sería una pérdida de tiempo y un derroche de fe reclamar imposibles que nunca se conceden. En cambio a las personas sí que les exige, sobre todo a los hombres. El hombre, ese animal tan fácilmente destruible por dentro y por fuera.

A un hombre le pide tres cosas: la primera es que beba café amargo, todo lo más que lo rebaje con un chorrito de ron o con dos cucharaditas de pólvora; la segunda es que sepa diferenciar entre los azahares de Miguel Hernández y los quebrantahuesos de Nicanor Parra; y la tercera, pero no menos importante, es que le sepa trabajar bien el coño.

Y con esas tres premisas tiene clasificados a sus amantes, aunque los diferencia en grupos de edades. De veinte a treinta años son los más desastrosos; fantasmas, bufones, inexpertos, bocachanclas, fanfarrones, etc. De treinta a cuarenta mejoran un poco pero no mucho, les puede su inseguridad, su falsa audacia, su miedo permanente de no estar a la altura, sus ganas atropelladas de seducirla, ni siquiera advierten que han sido ya seducidos por ella. Y de cuarenta en adelante tiene que elegir con mucha cautela.

La mayoría del tercer grupo solo cumplen dos de sus tres condiciones, pero si afina un poco todavía encuentra alguno que no ensucie el café con stevia o ciertos edulcorantes novedosos, alguno que no solamente lea diarios deportivos ni se crea un entendido en coaching, mindfulness, lifetraining o alguna de esas mierdas en inglés, alguno que se le dé bien comer el coño, o por lo menos que sea perseverante. La única pega, y este es un gran error cometido por la mayoria, es que se enamoran. Están tan jodidamente solos que se enamoran en el primer polvo, y a ella eso le saca de quicio.

 

Si tú la luz te la has llevado toda,

¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo –esto es un don-, mi boca

espera, y mi alma espera, y tú me esperas.

Claudio Rodríguez, Don de la ebriedad (fragmento)

 

Imagen de Moira A. Pintura de tela sobre papel y un poquito de Paint.

OPEN LETTER

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A los hombres cuando nacen se les tatúa en algún lugar bien  recóndito del alma: ‘la mujer de tu vida está en tal sitio; anda, apúrate, ve a buscarla, se te va a escapar.

 

Te aviso desde ya que no soy un motor fueraborda, que más bien voy tirando al ralentí como un diésel; lento, seguro, obstinado. Aunque a veces se me enciende el turbo cuando imagino un desembarco bajo tus faldas. Pero te juro que este motor, machucho y rodado, hará que te tiemble hasta el lacito de las bragas.

La verdad es que no me importa que no estés loca, ya he tenido mi ración particular de locas del coño en mis travesías. No me importa porque tú eres una bahía en permanente calma chicha y yo solamente soy un piélago malmandado.

Menos aun me importaría que no tuvieras unas tetas del quince porque yo tampoco tengo un rabo del veintitrés. Ni que tus orejas se vean perfectas con pendientes desparejados. Ni que me desarmes con una media sonrisa y un cuarto de mirada.

Me dará más de lo mismo que la vida siga siendo una sucesión de ir esquivando hijoputas, siempre y cuando me ayudes amarrando trinquetes en este interminable cabotaje.

Harto de estar harto y harto de comenzar escribiendo siempre la misma frase en mi cuaderno de bitácora: tengo miedo al naufragio. Sin embargo me estás enseñando a nadar sin perder de vista el oleaje.

Mas ahora que todo hace aguas, a babor, a estribor, y hasta por los grifos secos. Ahora que ya no tengo naves a las que prender fuego ni salvavidas donde asirme. Ahora he aprendido a decirte al oído la palabra mariposa en diez idiomas, cosa que nunca hice por nadie: papallona, farfalla, tximeleta, pillangó, paruparo, serurubele, borboleta, lolo, fluture, babochka.

Creo que por fin he aprendido a leer el astrolabio de mi tatuaje.

 

HE SOÑADO CON TUS LEONES



He soñado con leones salvajes jugueteando como gatitos domésticos, y merendarse una oveja al caer la tarde.

 

He soñado con un García Márquez nonagenario y rebelde que venía a corregirme los cuadernos escolares, a tacharme todas las haches y todas las gringadas que encontraba.

 

He soñado con hombres que poseen su propio trocito de selva en el patio trasero de la casa, como quien tiene un terrario con dos culebras en una esquina del salón.

 

He soñado con un Oliverio Girondo en pijama hospitalario que me negaba el esquema original del resorte que eliminaría de mi cama a las mujeres incapaces de aprender a volar.

 

He soñado con cuatro generaciones de guajiras discutiendo al unísono, y en la misma cocina, cómo quitarle el mal genio a un sancocho, o de qué manera maquillar las tristezas de una arepa.

 

He soñado con ser juez y parte en un duelo infinito al amanecer; dos ciegos de bourbon y fracasos disparándose palabras a matar.

 

Primera andanada:

J.S. — No hay ni una sola historia de amor que tenga un final feliz. Si es amor, no tendrá final. Y si lo tiene, no será feliz.

C.B. —  ¿Amor? Vamos, hombre, la gente no quiere amor; la gente quiere triunfar, y una de las cosas en las que puede hacerlo es en el amor.

 

Segunda andanada:

J.S. — El asesino sabe más de amor que el poeta.

C.B. — Entonces encuentra lo que amas y deja que te mate.

 

He soñado con los quinientos afluentes del río Magdalena desbordándose y anegando las catacumbas de la Sagrada Familia en Barcelona, reflotando el cadáver incorrupto de aquel borracho de fe católica que era Gaudí, entre los maderos astillados de algún galeón naufragado, entre bocachicos desorientados en esta parte del hemisferio, entre fango, zurrapa y pan de oro.

 

He soñado que te soñaba, o que tenía el hipocampo cauterizado para no olvidarte, o que tenía barra libre de Jägermeister en todos los garitos de Gràcia, y que no todo ello era compatible.

 

Si abro la puerta y hay una mujer, entonces afirmo que existe la realidad.

Aldo Pellegrini

 

 

 

LAS ROSAS NO TIENEN JAQUECA (II)

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Él tiene dentro de la cabeza un almacén vasto, desordenado, tan grande y mal dispuesto que a veces confunde lo abstracto con lo real; y él ahora mismo tiene un sueño irresuelto, un sueño que luce el pelo pintado de color canela, que sonríe con la mirada, que lleva pendientes a veces sí y a veces no -dependiendo del humor con el que se levante-, que dice lo que piensa se joda quien se joda. Por eso aprovecha las noches de insomnio para darse a la tarea ingente de poner las cosas en su sitio.

En esta época tecnológica del big data y de la ofimática digitalizada sería fácil crear un sistema de carpetitas llenas de hojas excel y ficheros access, sería muy fácil empaquetar todo en archivos zip y comprimirlos dentro de un disco duro de varios terabytes. Pero lo que él almacena dentro de su cabeza es mucho más importante y mucho menos tangible que cifras y ordenes binarias. Él guarda los recuerdos que le va robando a ella día tras día.

Por eso -y porque es de la vieja escuela- ha construido una estantería de tres pisos con ángulos de mecalux y listones de pino, que se alabearán con el paso y con el peso del tiempo. Quiere evitar a toda costa que para reconstruir un día le sean necesarias 24 horas, como al pobrecito de Ireneo Funes.

Ha empezado por organizar la parte superior de las tres baldas y ha estado clasificando los sonidos, sean del tipo que sean. Por su estatus sonoro serán rápidos de localizar el día que los necesite. El primero de la fila es esa manera tan inocente que tiene de decir ‘qué‘, aunque ella utiliza un ‘haa?’. Justo detrás ha puesto ese tono tan erótico que utiliza cuando susurra ‘no soy pretenciosa’, cambiando la única c por una s fricativa alveolar sorda. Hay varias cajas más llenas de expresiones y maneras de hablar pero todavía no las ha indexado.

En la parte de abajo ha ordenando los gestos y los movimientos, están casi en el suelo porque en caso de que se alboroten no quiere que la caída los estropee. El principal y más importante es la manera que tiene de inclinar el cuello para escapar de una pregunta, con los párpados medio caídos y una sonrisa pícara. Después tiene varios gestos por catalogar: cómo de bien sabe jugar con sus dedos, cómo deja caer su cabeza cuando está mimosa, cómo se toca el pelo, cómo se encoge detrás de él en la moto para esquivar el aire frío de noviembre, etc.

Y por último, en la parte central que está a la altura de la boca están los sabores. Hay varias arquetas repletas con besos de diferente regusto, los hay de menta, de hierbabuena, de durazno, de champán, de mojito caribeño, de uchuva, de frutos rojos. Hay tantos y tan variados que ha tenido que reciclar una vieja caja que andaba medio desaprovechada en algún pasillo perdido de ese gran cementerio de memoria. Los ha metido todos juntos y revueltos para que ninguno se sienta ni especial ni protagonista, cada uno tiene su propia unicidad. La caja estaba rotulada en la parte frontal, ya que en su día él serigrafió con letras de molde dos palabras; ahora ha tachado la segunda con un taker negro de punta gorda, debajo del tachón ha escrito otra palabra nueva.

 

besos-exoticos

LAS ROSAS NO TIENEN JAQUECA

 

Ella atrae ciclones y tornados, y él tiene una tempestad dentro del pecho que no amaina.

Ella es una mujer duna, sigilosa y pacífica, y él es un hombre viento, aéreo e inseguro.

Conjugados serían una tormenta de arena.

 

Él es de esos tipos a los que no les gusta perder el tiempo en cosas fútiles, tales como beber hierbas cocidas o peinarse por las mañanas. Por eso toma café amargo y se corta el pelo cada dos por tres. En su barrio las barberías de toda la vida han ido falleciendo una a una, lenta pero inexorablemente. La culpa es de las peluquerías chinas que han arrasado como una plaga bíblica toda la periferia de Barcelona. Tiene su lógica: una chinita de mirada desorientada afeita una barba, da una limada de uñas y acaba con un triste final feliz chupándola por un precio ambiguo y negociable.

 

Ella es de esas mujeres que nunca responde a las preguntas, pero en cambio nunca renuncia a ellas, es como el Principito. Además no quiere estar al tanto ni del cómo ni del cuándo, todo lo reduce a la causalidad, al porqué. No concibe vivir lejos del mar y cierra los ojos cuando se ríe; ha conseguido descifrar el secreto de mantener la risa,  es bien fácil: cierra los ojos para no ver toda la mierda que nos rodea, así se puede concentrar en reírse de la vida.

 

Él mudó de barrio únicamente para encontrar un sitio donde le corten el pelo bien y a tijera, porque le tiene un pánico terrible a esas maquinillas eléctricas que se pasean por el cráneo con doscientos veinte voltios nerviosos y un molinillo de cuchillas alborotadas. Él es de esos hombres que es capaz de tutear al diablo pero contra los artilugios automáticos de lustre corporal se rinde.

 

Ella lo recibió como a cualquier cliente de su peluquería: conversación de compromiso, información básica del estilo de corte, hoy no va a llover, etc., y lo hizo pasar al lavadero de cabezas. Él aceptaba todas y cada una de las instrucciones, no reprobaba nada. Entró en el primer sitio que vio limpio y con un rótulo legible, simplemente quería que alguien de su mismo idioma le cortara el pelo y punto.

 

Fue sentarse en la silla y recibir el chorro de agua tibia en la cabeza cuando todo empezó a cambiar. Las manos de ella empezaron a recorrer el cuero cabelludo, los dedos separaban las hebras del cabello, masajeaban todos y cada uno de los folículos capilares, amasaban los mechones como si fueran harina y melaza, con sus movimientos ondulantes provocaba mareas y corrientes en el mar de pelo enjabonado, y lo mejor de todo fue experimentar aquellas sensaciones exclusivamente con unas manos ajenas lavándole la cabeza. La felicidad será algo parecido, fijo; tiene que ser la rehostia que te quieran y te hagan esto a menudo. Se dijo a sí mismo.

A él no le importó ni el olor a zotal del champú, ni la incomodidad de la silla, ni los reflejos en el techo de oropéndolas pretéritas.  A él le daba lo mismo que ella hubiera tenido el chocho plastificado de una Barbie sirena o el clavel reventón de Amarna Miller. A él le traería sin cuidado que ella hubiera sabido bailar como Shakira o que mantuviera conversaciones con la luna. A él solamente le importaba seguir teniendo el contacto de aquellas manos por siempre.

Los vientos errantes que recorren los océanos a veces se sienten solos y extrañan cosas así. Por eso en él se despertó un impulso animal.

 

Los animales se distinguen por la inercia de sus instintos, por no permanecer esperando el olor a humo que augura fuego.

  Se distinguen por sus costumbres nómadas, por no mantener clavados  los pies en la tierra como las flores.

 

Finalizado el arreglo de la testa él tomó prestado del mostrador un post-it y un bolígrafo mientras ella sellaba una de esas tarjetas de fidelización que casi nadie guarda. Garabateó algo y lo ancló justo donde ella pudiera leerlo.

          

déjame que te invite a un café, anda

 

Ella sonreía mientras se miraba el papelito amarillo, dejó pasar unos segundos antes de levantar los ojos. Una negativa o un silencio eran dos de las tres respuestas posibles, pero simplemente alargó la jodida tarjeta de fidelización y -con el mismo tono que hubiese utilizado para indicar al próximo cliente que era su turno- dijo: Mi teléfono está aquí, en la tarjeta.

El tono era neutro, la sonrisa y la mirada no.

WhatsApp y Benedetti hicieron el resto.

 

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SUEÑOS DESORDENADOS

a Celia

Amanece de mala gana sobre la ciudad. El puerto y la zona sur de la Diagonal están desiertos, como un polígono industrial en domingo. Ellos caminan sin hablar, él por la calzada, ella por la acera, así ambos parecen de la misma estatura. De madrugada los pasos tienen música: jazz en el rumor de los zapatos sin cordones de él, blues en el eco místico de los tacones de ella. A veces el meñique de sus manos contrarias se roza un instante e inmediatamente ambos las retiran. Él sueña con historias que nunca han sido escritas y ella sueña con besos de vodka. El fuma deconstruyendo finas columnas de humo por la nariz y ella recuerda mentiras de azúcar y regaliz de otros hombres.

   – ¿tú sabes lo que es la soledad?

   -Sí.  Cargar una escopeta con dos cartuchos y disparar con los ojos vendados.

Una bandada de palomas sobrevuela sus cabezas llevando entre las plumas de las alas el murmullo de tempestades vencidas. Alguien se acerca pedaleando por el carril bici, “Me amo” de Love of Lesbian le acompaña en su ritmo; una adolescente vomita borracha sobre la alcantarilla, bajo sus pies, en las cloacas, se esconde el sapo que no ha podido reconvertir en príncipe.

– ¿tú sabes lo que es el amor?

                             -Sí.  Quitarse la venda y disparar apuntándose en el pecho.

Pronto la calle se llenará de bostezos clónicos, de autobuses saturados de tristeza, de flores envueltas en papel de aluminio, de ángeles monoteístas, de llantos de niño, de esperanzas anestesiadas. Ellos siguen caminando con mucho cuidado de no tocarse las manos. Él sueña con encontrar el valor para meterse en un portal a obscuras y comerle la boca, ella sueña con dominar el idioma de los signos, para dibujarle con gestos en el aire las palabras que todavía no se han inventado.

-Para ti todo se reduce a disparar…

                                     – Sí. Tristemente sí …

 

No es por casualidad que los diálogos sean anónimos, que no sepamos ni quién pregunta ni quién responde; porque como bien dice Amaranta : las casualidades son una mierda.

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EL NEGATIVO

 

Come here baby, you know you drive me up a wall

Me contaron la historia en cinco minutos de un martes por la tarde. Una historia tan sencilla y habitual como cualquier otra. El jueves la historia seguía dándome vueltas en la cabeza, era como esas canciones de los noventa que a veces suenan por la radio y te acompañan todo el santo día. Hoy miércoles de una semana después no he conseguido sacarme todavía el tema de la mente, por eso la escribo, para exorcizarme. Y como bien manifiesta Ariel porque no me queda más remedio, porque me intoxico si no me saco la tinta de las venas cada cierto tiempo

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Girl, you got to change your crazy ways. You hear me?

Es la típica y tópica historia de dos amantes, cada uno con su mundo particular. Ella veintitantos cerca de treinta, él ya había conquistado de sobra cinco décadas. Ella alojada en su apogeo como mujer, con unas tetas perfectas y unas caderas como para construir un refugio nuclear y esperar allí a que nunca cesen las guerras; él un poco más percudido, gambeteando al colesterol y al ácido úrico, peinándose a contracorriente cada mañana para disimular una alopecia cabrona. Ella con unos ojos árabes que hipnotizan, él con unas ojeras de no dormir desde que Sebastián Elcano estuvo de farra con los patagones. Ella con sangre picunche circulando por sus arterias, él medio chango y medio ni se sabe. Seguro que algún espabilado con estudios, al observar la diferencia de edad, viajará hasta Jung e identificará el complejo de Electra, o a la destructiva Lolita o al sonso de Pigmalión. No tiene ni puta idea. Las relaciones entre personas son lo único aleatorio e ingobernable de esta vida.

 

That kind of loving turns a man to slave

Desconozco exactamente los comienzos de esa relación aunque seguramente sea lo de menos, solamente sé que ambos se atraían y que a pesar de estar en órbitas diferentes -distintos matrimonios, distintos empleos, distintas vidas- coincidieron en una misma cama. El nexo común entre ellos es el sexo, eso sí lo tengo bien claro. No hay nada más incombustible en este mundo que el sexo, ni creencias religiosas ni ideologías políticas, ni reacciones químicas descontroladas ni colisiones de átomos acelerados; nada, pero absolutamente nada, tiene más empuje que dos animales encelados. Ella es de esas mujeres que folla como si se fuese a morir mañana, y él es de esos hombres que no conocen la palabra  prisa. Los productores alemanes de porno bizarro se tapan los ojos en cuanto ellos se quitan la ropa. El dolor es parte del placer, y con esa premisa convertían los inviernos australes en primaveras de varias horas.

 

That kind of loving sends a man right to his grave

Cada sábado de madrugada el país es santiguado por dos terremotos, uno comienza en San Marcos de Arica y termina en el estrecho de Magallanes, el otro es una cremallera que va desde El Tabo hasta Trapatrapa. Sin embargo ella es inmune y sigue durmiendo, la gente llora, grita, se desespera. Ella no. Pucha que fome, murmura, y se arrebuja entre las sábanas a dejar que pase el seísmo. A santo de qué le van a molestar unos corrimientos de tierra, son una memez comparado con los cataclismos telúricos provocados por sus orgasmos; ella y su amante han cuarteado la cúpula celeste trece veces este mismo mes; los chupones en su cuello y en su culito de potra salvaje hubieran bastado para desecar el Pacífico, el néctar torrencial que llovía de sus bragas en momentos de clímax hubiera podido desbordar el Amazonas.

 

That kind of loving make me want to pull down the shade

Todas las historias de este tipo acaban mal, muy mal. Generalmente alguno de los cónyuges ajenos se cansa de soportar el peso invisible de las cornamentas y desbarata la armonía establecida. Aquí no fue así. Todo empezó a desmoronarse rápidamente después de un lustro. Él dejó de acudir a las citas programadas con la excusa infantil del olvido, dejó de enviarle whatsapps aduciendo ignorar el funcionamiento del teléfono, trastocaba las fechas de natalicios y defunciones, ya no le decía suavecito al oído mi puta rica en los instantes de fogosidad, ahora la llamaba María Engracia Fuensanta, el nombre de  una bisabuela paterna nacida doscientos catorce años atrás. Una desidia del copón se había instalado entre ellos en cuatro días. Un tiempo después el amante ya no apareció más ni volvió a contestar a sus llamadas.

 

That kind of loving now I’m never, never going to be the same

Ella regresó a sus rutinas cotidianas, cocinó el plato preferido de su marido, preparó las fiestas de cumpleaños de sus chicos, enmarcó los dientes de leche del más pequeño y se compró unas enormes gafas ahumadas. A ella le ha quedado una mirada como de estar esperando el fin del mundo y no quiere volver a ver nada que no pertenezca a su círculo de confort. Se levanta por las mañanas con las mismas preguntas enredadas en el pelo: ¿por qué se ha ido? ¿se aburrió de mí? ¿Ya no se le ponía dura? ¿dónde va a encontrar un lujo como yo? Preguntas que nadie puede responder.

Hoy, muchos años después, ha dejado morir de hambre a las incógnitas, simplemente suspira un deseo: Ojalá no te puedas olvidar de mí, viejo cabrón.

 

 

I’m losing my mind, girl, because I’m going crazy

En la otra punta de la ciudad, en la octava plata de un edificio aislado, un grupo de ancianos miran sin mirar a través de las ventanas, una mujer vestida de enfermera también los mira sin verlos. Algunos andan con bastones, otros permanecen en sillas de ruedas, pero todos tienen algo en común, son enfermos terminales de Alzheimer. Ya han perdido el habla y la coordinación, se mean y se cagan encima, toman papillas de bebé cinco veces al día porque ni siquiera recuerdan como se mastica. Un televisor parpadea imágenes en diferido de los terremotos, el volumen en mute, y uno de aquellos vejestorios impedidos gira sin cesar su cabeza de un lado a otro, le llaman el negativo, porque parece que siempre está desaprobando cualquier cosa con ese movimiento repetitivo de la testa. En realidad es un truco que ha encontrado el pobre desgraciado para no perder sus últimos recuerdos, sabe que si agita constantemente el caldo de zanahorias en que se ha convertido su cerebro pueden permanecer a flote sus tesoros más preciados. Entre la sopa turbia que se cuece dentro de su sesera reaparece aquella mujer que un día le hizo entender el misterio de la Santísima Trinidad a partir de un buen polvo; aquella mujer que para volar no necesitaba tatuarse mil mariposas en la espalda, no más necesita un trozo de cielo; aquella mujer que con una sola mirada de gata en celo enderezaba el mástil de su vieja nao, aquella mujer a la que renunció voluntariamente antes  de que una hijaputa y prematura demencia senil lo hiciera a la fuerza.

Crazy, crazy, crazy for you, baby.  You turn it on, then your gone

Poceluis

 

SABANAS SUCIAS

Este lunes me desperté confundido y con la boca confitada. El domingo concluía y acechaba una noche más de insomnio, pero esta vez fue placentero, dormí poco pero de una manera acompasada.
Lo extraño fue despertar con un regusto en la boca a melocotón y azafrán. Y las sábanas sucias.
Ahora que ya llegó el calor duermo en pelotas, por lo tanto las manchas en las sábanas fueron debidas a una polución nocturna, cosa que no me pasaba desde… ni recuerdo cuándo. Busqué el origen de todo eso en mis sueños hasta que di con él. Había soñado con un cuerpo, con una mujer de senos adolescentes y coño de funambulista, con una mujer de lenguaje lascivo y bemba provocadora. Seguí desmadejando el sueño a pesar que el muy cabrón desaparecía cuanto yo más intentaba visualizarlo: tuve sexo con esa mujer aunque estoy convencido de que ni siquiera llegamos a follar, fue sexo de caricias y lametones, fue sexo de abrazos y palabras. Mi lengua y su lengua buscaban y encontraban todos los agujeros de nuestros cuerpos, mis manos y sus manos se aprendieron las virtudes y los defectos de nuestras pieles. Dibujamos un mapamundi post-colombino a través del tacto, yo intuí el canal de Panamá entre sus tetas y la fosa de las Marianas bajo su pelvis, ella se encargó de erigir y coronar los varios ochomiles que emergieron aquella noche.
Y todo esto sucedió en unas pocas horas de sueño, en un terreno liberado  y alejado de cualquier legislación.
Jamás pensé que unas imágenes o unos recuerdos me provocarían excitación onírica. A mí es fácil ponérmela dura, lo reconozco, con fotografías, con palabras, con acentos, con pensamientos; cualesquiera de esas armas femeninas es capaz de empalmarme, pero hasta ahora ninguna mujer se había metido dentro de mis sueños.
Ahora ya es tarde para prohibirme que la piense, ya no es cosa mía ni de mi polla, ahora es cosa de mis sueños, y ahí no mando yo.

Un hombre-niño sigue pidiendo con insistencia que alguien le dibuje un cordero mientras un zorro se relame tras las dunas. Creo que en este caso el cordero fui yo.

mapamundi

BÓSFORO

bosforo

Ella tiene tanta imaginación o más que yo, ambos lo sabemos. Hoy vamos a exprimirla un poquito, cada uno con los horarios trastornados de estar en puntos opuestos del mundo, con unos horarios cabrones que tienen sus propias coordenadas gps. Hoy vamos a jugar a imaginar.

Imaginemos su bósforo a media tarde, libre de textiles después de una ducha tibia de marzo.

Un bósforo natural del color de las panochas maduras, un bósforo rezumando olores y sabores que la industria jamás podrá imitar. Ahora imaginemos que a su bósforo llega una mano que no es la suya -la mía por ejemplo- y lo cubre totalmente. Esa mano -mi mano- lo abarca y lo aprieta hacia abajo, sin acariciar, solamente presiona sobre el monte de venus y deja pasar los minutos. Es una mano que se comporta con tosquedad, ruda en las formas pero no brusca. Ahora mismo su bósforo se siente aprisionado y molesto, desea que la mano haga algo, que se aparte o que inicie algún tipo de movimiento. O mejor, que se convierta en ariete y entre a empujones, rompiendo con todo, a explorar en qué parte de su coño nacen los tsunamis.

Pero la mano -mi mano- quiere jugar de otra manera. Hoy será distinto, raro. La mano entreabre un poco los dedos, el corazón y el anular se apartan lo suficiente como para que un moco de pavo incandescente salga a respirar. Algunos lo llaman clítoris, pero para mí es la polla de las tías, es el centro de gravedad de una mujer, es donde converge toda la sabiduría y puterío de una hembra; y como tal se merece máximo respeto y veneración.

Ese trozo de carne amorfa y palpitante que sobresale entre los dedos está preparada para ser lamida, besada, mordisqueada. Puedo pellizcarla, puedo escupirla, puedo volver a unir los dedos y provocar dolor, puedo liberarla de la prisión y dejarla abandonada a su suerte, o puedo acompañarla en el viaje hacia el orgasmo. Ahora mismo soy el dueño de la voluntad de su bósforo. Tengo el mismo poder que tienen ellas cuando me trabajan el rabo.

Pero hemos dicho que hoy íbamos a jugar a imaginar, también hemos dicho que ella tiene tanta o más imaginación que yo.

Ella tapará su bósforo con una mano -con la suya propia- e imaginará que es la mía. Ella separará sus dedos para que asome ese apéndice eréctil e imaginará que son los míos. Ella acariciará, pellizcará, escupirá, escarbará, mimará, palpará, y le hará todas las perrerías que yo –en la otra jodida esquina del planeta- estoy imaginando.

ONE, TWO, THREE … YOUR LITTLE MOUTH !!!

A todas las que alguna vez me han jodido el sueño,
y a las que en un futuro lo harán

 

Uno. Todo hay que decirlo: tu madre se gastó una fortuna en ti; los mejores dentistas privados, los mejores brackets de metales siderales, los mejores dentífricos y cepillos eléctricos, ¿y para qué? Todo eso lo hizo para que tuvieras una sonrisa perfecta y no para que te vayas metiendo el rabo de cualquiera en la boca.

 

Dos. Si supieras cuánto y cómo me ponen tus morros no le irías comiendo la boca a todos los payasos que te hablan con acento atlántico.

 

Tres. Yo estaba emperrado en follarte por la boca apretando tu cabeza contra mi polla, y tu te resistías mientras me mordías suavecito y murmurabas “feminazi”. Pero nunca te oí decir nada cuando era yo el que me comía el magma de tus profundidades, ya sé que lo hago bien, ya sé que te gustaba, pero hubiese agradecido cualquier palabra de aprobación.

 

Sin número. Supongo que ya estarás con otro o con otros. Supongo que ya no te encontraré en el porno que miro mientras deshecho recuerdos. Supongo que vuelvo a quedarme con las alas rotas. Supongo que tengo que dejar de suponer.

 

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DOÑA MARINA (Malinalli Tenépatl)

 

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MALINCHE

Anoche reuní a todos los hombres del mundo en mi casa, eran muchos más de los esperados. Algunos se quedaron en la entreplanta, otros se tuvieron que esperar por las calles.

Reuní a todos, a los listos y a los tontos, a los guapos y a los feos, a los altos y a los bajos, a los que dicen que la tienen grande y a los que se prueban braguitas de mujer, a los que tienen seis dedos y a los que les falta cerebro, a los que no se afeitan y a los que se pintan los ojos.  A todos.

Les pedí que me hicieran el favor de no robarme a mi Malinche. Les hablé de su pelo largo, de sus ojos de gata, del secreto de sus tetas.

Dialogaron entre ellos y decidieron por unanimidad (y esto es bien difícil entre tantas toneladas de testosterona) que sí, que de acuerdo, que no me la robarían. Como argumento les dije que ahora tengo dificultades tecnológicas, dificultades laborales, etc., etc. Supongo que me comprendieron o que me vieron muy apurado, no sé.

Pero entre tanto macho allí reunido siempre tiene que haber algún Judas cabrón, fue ese mismo el que preguntó: ¿y si la Malinche decide dejarse robar? Yo me encogí de hombros, ahí no se puede hacer nada.

Dos semanas después mi Malinche se fugó con Judas.

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MALINTZIN

Anoche reuní a todos los hombres del mundo en mi casa, eran muchos más de los esperados. Algunos se quedaron en la entreplanta, otros se tuvieron que esperar por las calles.

Reuní a todos, a los listos y a los tontos, a los guapos y a los feos, a los altos y a los bajos, a los que dicen que la tienen grande y a los que se prueban braguitas de mujer, a los que tienen seis dedos y a los que les falta cerebro, a los que no se afeitan y a los que se pintan los ojos.  A todos.

Les pedí que me hicieran el favor de no robarme a mi Malintzin. Les hablé de su pelo largo, de sus ojos de gata, del secreto de sus tetas.

Los hombres cuando se trata de retos imposibles, de empresas surrealistas, se tiran de cabeza sin medir las consecuencias. Decidieron apoyarme, juraron corporativismo a muerte por mí. Como argumento les dije que ahora tengo dificultades tecnológicas, dificultades laborales, etc., etc. Supongo que me comprendieron o que me vieron muy apurado, no sé.

Dos semanas después vi a mi Malintzin besarse con Ixchel, una lasciva princesa maya. Yo no había tenido en cuenta a la otra mitad de la población mundial.

 

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COSMOS

“En algún sitio algo increíble espera ser descubierto”

(Carl Sagan)

 

 

 

Crux  

constelación de la Cruz del Sur

Una mujer que duerme con una pantera porque no sabe dormir sola. Una mujer que ve cisnes donde solamente hay omóplatos. Una mujer con miedo a no tener miedo. O como diría Carlos Salem: «Ella sólo le tiene miedo al miedo, y hasta el miedo la amaría».

Desde siempre ha tenido la sinceridad tatuada a una cuarta del pezón izquierdo, entre la voz y los latidos. Ahora mismo ejerce de funambulista sobre el alambre de los silencios, sobre metáforas a punto de quebrarse.

Nostalgia es un puñado de kilómetros y esta puta manera que tenemos ambos de desvivir la vida.

 

Betelgeuse

supernova de la constelación de Orión

Una mujer que sabe hacer infinitos con las caderas. Una mujer que hace tronar los cielos cuando besa. Una mujer que nunca dice no a romper las reglas del kamasutra.

Maúlla desde más allá del tiempo y a la luna no le importa a qué hora se rompen los horarios australes. Al sur de Texas su lengua sabe bailar boleros sobre mi hombría. Hemos provocado cinco seísmos este verano.

 

Aldebarán

perseguidora de las Pléyades

Una mujer que vive con Mike Jagger reencarnado en gato. Una mujer que sueña con un cartel luminoso que parpadea diciendo: ich liebe wein. Una mujer que naufragó tierra adentro borrando todos los lunes de sus calendarios.

Quieta en la barra del bar de Hopper su paladar espera matrimonio con un vaso de licor de moras, y una ausencia de labios cerca de su rostro se balancea a través de los olvidos. Tiene la mala costumbre de reír cuando contesta cartas de extraños y de llorar cuando folla.

 

Sheratan

a 59,6 años luz de mí

Una mujer que vive en un mundo opaco y paralelo. Nunca le he contado historias para entretenerla; no las hubiera entendido. Una mujer que duerme en un país de colores artificiales, de ayunos ficticios, de llantos secos.

Una mujer que me enseñó que Cartier, Carolina Herrera y Givenchy no son razas de perro. Una mujer a la cual enseñé que tener un cocodrilo bordado en la camisa o andar en pelotas por la casa tienen la misma importancia: ninguna.

 

Stella Polaris

la más importante de las cincuenta y siete estrellas náuticas que utilizaban los marinos antes de la fabricación industrial de sextantes

Una mujer que tiene cambiados los meses del año. Una mujer que si sabe hacerme con la punta de la lengua lo mismo que le hace al papel de arroz de sus cigarrillos será la hostia. Los tiburones toro del Cantábrico hacen cabriolas y tirabuzones sobre el agua cuando la ven aparecer con su bikini rojo. Una mujer que dice tener el corazón en perpetuo estado de carencia emocional, dice que está hueco pero es mentira, lo tiene tan grande que ignora la manera de empezar a llenarlo. Una mujer que juega a la rayuela conmigo sin saber que yo no soy ni el cielo ni el infierno. Una mujer que justo cuando mi mundo empieza a hundirse para volver a reflotar por millonésima vez me suelta: la gente hiere un huevo, por eso aborrezco los besos llanos.

 

 

La locura es un okupa de cresta punki y una ristra de imperdibles ensartados en la nariz que se ha quedado a vivir en mis ojeras; sale a buscarse la vida en las noches de insomnio, pero siempre regresa al resguardo de mi desazón.

A las mujeres y a los revólveres los carga el diablo.

 

TEORÍA DEL MAGNETISMO

http://www.youtube.com/watch?v=WyhdvRWEWRw

i’ll be  our mistr  s ton ght
i’d like to put you in a trance
If i take you from behind
push myself into your mind

Madonna – Erotica (fragmento)

 

1) MAGNETISMO ANIMAL apuntes sobre la teoría de Franz Anton Mesmer

Ella dice que es bruja y él, que solamente cree en lo táctil, empieza a sospechar que es verdad. Pero también se le puede dar una explicación más mecánica, más mundana. Él sabe que hay truco. Sabe que su secreto es poseer un imán escondido bajo la lengua. No es bruja, es magnética.

Es un imán pequeño, como ella, pero muy potente, también como ella. Tiene la fuerza suficiente como para enredar y desenredar los fierros del espacio sideral. Es un imán indiviso, nuclear, indestructible; el salitre de los mares que hay de por medio no lo puede oxidar, las tormentas solares que rompen las comunicaciones no le afectan lo más mínimo, y si ella quiere puede joder al mismísimo Google, que tanta mierda almacena en sus entrañas y reventará cualquier día de éstos. Ella cambia los inviernos de sitio jugando al tangram con los cuadrantes del planeta, y por estos días se han visto a los científicos del protocolo de Kyoto emborracharse con ron de caña de azúcar, dejando por imposible descifrar el cambio climático.

Ella tiene más y más poderes, invisibles, insospechados, imprevistos. Todos relacionados con el magnetismo. Chasquea los dedos y se mueve la tierra. Creo que ni siquiera ella misma los domina

Hasta aquí todo normal, todo lógico. Es una mujer y utiliza sus armas.

2) MAGNETOQUÍMICA Campo complementario  de la  Química y de la Física

El problema -el gran problema- es que él también tiene un imán. Uno normal y corriente, de tamaño estándar, no como ésos grandemente horteras de las neveras, ni diminuto como los de los cierres de los muebles de cocina.  Su imán, como es de esperar, es del polo opuesto al que ella posee, y como dato imprescindible decir que lo tiene implantado en la polla. Aquí está el problema que arrastra desde hace más de un año.

Él quiere saber qué se siente estando entre sus piernas, justo allí donde el océano da la vuelta y provoca remolinos de olas y espuma, donde hay anclada una caracola de mar, milenaria y maternal; quiere poner la oreja y escuchar a doña Carilda recitarle despacito: muchacho loco, muchacho cuerdo. Él quiere meterse dentro de ella y paladear su macedonia horas y horas, una macedonia que está hecha de trufa negra, de piña verde y de cereza madura. Todo un manjar.

Sabe que ella guarda su imán bajo la lengua porque cuando pronuncia palabras se zarandean las cosas, aunque ella sigue insistiendo en que son sus poderes brujeriles de telequinesia; no hace falta que sean discursos largos e incendiarios, a veces basta con un simple mhhh y hay cosas que empiezan a levitar, otras veces son palabras sin sentido como silla, sofá, mesa, pero cuando quiere cambiar la vía láctea de sitio dispara una retahíla de verbos y sustantivos al azar: tragarte, escupirte, merendarte, vomitarte, rendido, muerto… Es entonces cuando todo se viene arriba o afuera, cuando todo se hace morado o líquido, depende.

Él no quiere acabar sus días como Frascuelo, leyendo a don Marcial Lafuente en horas perdidas, ni volver a ser gallito chulo de corral para meterse en fregaos que no tienen salida, él no quiere ser como esos gatos sin bigotes que se caen cuando caminan porque no se sitúan en el equilibrio perfecto. No. Él  quiere comerle esos morros que lo tienen en vilo desde que la vio, ésos que ha memorizado detenidamente, desde los pliegues más recónditos hasta -y sobre todo- ese surquito tan gracioso que se le forma entre la nariz y el labio superior.

Él quiere devorarla entera pero siempre encuentra algo que lo impide:

-¿me das tus bragas? Quiero comérmelas.

-No. Están sucias de melão de coño.

Los miedos no le arrugan -antes sí, ahora no- pero no le importa saber qué sueños esconden sus ojos tristes, él quiere seguir escribiendo libros en blanco, con hojas sucias de otras guerras. Prohibido enamorarse, ésta fue la única regla que ella impuso y para él es fácil cumplirla, no hacerlo sería como firmar su propio epitafio

– Si me dejas puedo hacer que vuele la monarca real que llevas cosida en la piel.

E inmediatamente borra la oferta y piensa en Kerouac;

                           Y en cualquier momento en que me necesites

                      Llama

                                    Estaré en el otro extremo.

                                    Esperando en la pared final.

3) TESITURA Y CONCLUSIÓN

Hay mujeres que llevan el Caribe por dentro. Hay mujeres que llevan el Caribe por fuera. Hay mujeres que llevan el Caribe por dentro y por fuera. Ella es el Caribe.

 

Oggi stesso no c’è giustizia

per lei e la sua scaramanzia,

chissà un giorno molto lontano

lasciare di essere la mia utopia.

              (anonimo veneziano)

LA MUJER QUE AMABA A UN PERRO

En un domicilio alquilado de cincuenta metros cuadrados no hay aguas internacionales donde eludir las batallas. En este apartamento de dos habitaciones, cocina-office y un baño, cualquier rincón es propicio para iniciar un zafarrancho de combate. Huele a queroseno y a petróleo, ya ni recordamos desde cuándo permanece flotando este olor en la casa. Solamente necesitamos algún tipo de chispa para que se inicie la combustión y todo salte por los aires.

A veces ella encuentra un viejo encendedor sin gas:

              Ella  T e veo raro, estás diferente. Como si te faltara algo en la cara.

              Él     ¿bronceado? ¿afeitado? ¿perfumado?

              Ella   No. Te falta la sonrisa.

Otras veces pulsa el interruptor del fluorescente para que el cebador percuta una pequeña descarga:

              Ella  Eres parte de una película. De mi película.

              Él      ¿King Kong? ¿Sin City? ¿Alguna mierda del Almodóvar?

          Ella  No. Titanic. Eres el iceberg. Gélido, silente, nocturno, traicionero, cabrón, ingrato, insensible.

Pero más tarde o más temprano encontrará un lanzallamas escondido bajo toneladas de papel, de monstruos y de recuerdos. Por la única ventana empezará a salir humo y alguien avisará a los bomberos:

               Ella  Eres como un animal. Mi animal.

               Él     ¿un jaguar, un leopardo, un tigre de bengala?

               Ella  No. Un perro.

               Él        ¿…?

              Ella    Un puto perro callejero. Un perro que ladra a todas las perras, un perro que sólo me muerde a mí, a la mano que lo acaricia. Un perro que me tiene harta. Harta de que se pase los días sentado frente a la playa, sin hacer nada más que fumar y mirar las olas, ¡como si hubiese algo al otro lado, JÁ!

Harta de que se pase las noches sentado frente a la pantalla y el teclado, leyendo no se qué mierdas y escribiendo otras mierdas más grandes todavía.

Harta de su única justificación: que estás en un proceso constante y eterno de la búsqueda de la felicidad. ME TIENES HASTA EL MOÑO DE TU INFELICIDAD Y DE TUS GILIPOLLECES.

Eres un perro que callejea continuamente por las ciudades y luego vuelve lloriqueando hasta aquí, hasta mí. Vuelve herido, roto, contaminado. Un perro que olisquea el culo de otras perras buscando alguna que esté en celo, y mientras tanto yo me quedo más sola que la una, esperándote. Un perro que se queda prendado de lo que sea, de una risa, de una mirada, de un acento, de una palabra. ¡Te ha pasado y te pasará siempre! Me tienes hasta los mismísimos ovarios de tus huidas y de tus regresos.

Dices que eres pequeño, insignificante, que tus cosas no deberían afectarme tanto, que soy una dramática. ¡PERO QUÉ HUEVÓN ERES! Para mi eres grande, muy grande, el más grande hijodeputa que haya conocido. En tan solo unas horas eres capaz de licuar mi universo balbuceando palabras bajito y al oído, después cuentas uno a uno todos los poros de mi piel, te haces cíclope y unicornio entre mis piernas,  y por último cortas las cuerdas a mi paracaídas. O como tú escribirías con esa manía tuya de asemejar la prosa al lenguaje oral: «En un mismo día me comes la oreja con tus historias, me follas como te da la gana y después me tiras rodando por entre la mierda a un barranco sin fondo«. PARA HACER TODO ESO HAY QUE SER MUY GRANDE Y MUY HIJODEPUTA.

Me tienes cansada de que cuando todo va mejor entre nosotros se te encienden los ojos, se te pone dura y te vas a la otra punta del mundo sin decir nada. ¿No puedes hacer como otros?, ¿no puedes mirar porno? ¿no puedes hacerte una paja y después seguir mintiéndome? No, tú no. Lo tuyo es empezar una cacería tras otra. CABRÓN. Luego vuelves perdido y derrotado.  ¡ Y TU POLLA SABE AL COÑO DE OTRA ¡ Y yo me tengo que comer esos sabores y lamer tus heridas. En un minuto cambias las mariposas de mi estómago por una bombona de butano, que me rompe las tripas, que me deflagra entre las costillas, que explosiona al ladito de mi corazón.

¿No te das cuenta de que todo eso va contra natura?

¡ un perro como tú tiene que estar con una perra como yo !

Por mucho que derritas el nombre de otra en la nieve con tu aliento, NO PUEDE SER; por mucho que te pierdas por las mesetas y te hagas sumiso escudero de otra, NO PUEDE SER; por mucho que te enganches de una loca que le tiene miedo a la lluvia, NO PUEDE SER.

¡¡ PORQUE TODAS ELLAS SON GATAS Y TU ERES PERRO !!

Un perro que se cuelga de la letra I latina, I de incierta, I de ImPaR, I de imposible. Un JODIDO perro sin pedigree, que no tiene ni quiere tener dueña, que no quiere a nadie porque no se quiere ni a sí mismo. Al final te vas a quedar solo, sin amigos ni enemigos, sin techo, sin estufa para el invierno, sin regazos ni platos. Solo, te vas a quedar solo.

                Él    Tanto desdén no puede ser bueno. Tanto odio no puede ser bueno. Tanta mala leche no puede ser buena. Ni para ti ni para mí.

 

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Los bomberos llegaron justo a tiempo para ver todo el apartamento calcinado; en el rellano una mujer todavía sujeta el mango de un lanzallamas que eructa fogonazos. Algún vecino dijo haber visto salir corriendo escaleras abajo a un perro chamuscado.

             –¿un perro? ¿de qué raza?

                  No, de ninguna. Un perro de esos que nadie quiere, de esos que andan por las calles buscándose la vida entre las basuras. Un perro de esos que los golfos apedrean cuando se aburren. Un perro no más.

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BARBACOA

 

Todos los jueves la misma conversación, la misma charla cansina:

Tienes que implicarte más en nuestra relación. –recriminaba ella.

No te entiendo. –despistaba él.

Sí, hombre, sí. Que tienes que poner toda la carne en el asador, para que esto nuestro funcione. –insistía ella.

¿…um? –seguía él sin querer entender-

¡¡ que debemos hacer que salte la chispa entre nosotros, joder !!

OK. –terminó él.

El viernes por la noche comenzaron a hacer el amor rutinario de todas las semanas, él se esforzó tanto que la temperatura subió hasta romper el termostato, que llovieron relámpagos, chispazos y estrellas fugaces desde las cornisas, y el sábado por la mañana amanecieron rustiditos sobre un colchón incendiado.

Él se había pasado toda la santa tarde del viernes conectando el somier de su cama a la red eléctrica, tejiendo con hilo de pólvora una sabana preciosa, untando con petróleo seco las costuras del edredón, pintando las paredes del dormitorio con esmalte fulminante, escondiendo detonadores entre las almohadas y regando con azufre inodoro todos los zócalos.

Ella quiso una barbacoa y él se la concedió.

OVERBOOK

¿Conoces esas cafeterías de alto standing o de bajo ranking que siempre están vacías? Establecimientos con decoración extravagante e indefinida, que a veces son laberínticas y otras son  áridas. Sí, ésas en las que no entramos porque no sabemos cómo comportarnos, no sabemos si el café es bueno, malo o regular, no accedemos porque no hay lista de precios y tenemos miedo a un atraco pecuniario.

Tu corazón es así.

 

¿Has visto esos asientos del autobús que están reservados para personas especiales? Siempre están al principio, nada más entrar, fácilmente localizables. Son un poco más amplios y confortables que el resto de butacas. Sí, ésos que siempre están ocupados por gente que no los merece, por turistas despistados que no entienden el idioma, por tipos egoístas que se aprovechan de nuestra indolencia, por listos que se pasan de tontos.

Tu coño es así.

FLOJERA

Te juro que nunca apareciste en mi lista de cosas que me la traen floja. Aunque fijo que yo soy el primero en tu lista de cosas prescindibles.

Las tres o cuatro primeras horas fueron de las mejores, dejamos el sentido de la vista tras la puerta de la habitación alquilada y les hicimos un nudo a las cuerdas vocales. Así, ciegos y mudos, nos dedicamos a conocernos. Palpar, tocar, acariciar, besar, chupar, morder. Un lujo.

Después el ERROR.

Aquella noche mi inseguridad, escondida y pisoteada desde hacía tantos años, encontró una autopista de seis carriles sin peaje para volver a putearme. Un gatillazo, traicionero y cabrón, se empeñó en ser el protagonista, quiso convertirse en el principio de mi fin; buscabas los tornillos de mi desajuste, te repartías parte de la culpa, mantenías apartadas las sombras de mi vergüenza, pero yo no te escuchaba, yo estaba demasiado ocupado intentando canalizar la sangre por las tuberías correspondientes.

Por suerte se ha quedado en un trauma premonitorio y recurrente de mis insomnios.

Lo peor, para , fue que acabaras la noche adiestrándome para regalarte aquellos dos orgasmos manuales. Triste, muy triste.

 

( me ha costado un huevo muchísimo escribir esto )

COMENTARIOS DESACTIVADOS

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TOYO ITO

“Dices que no me entiendes cuando te hablo, que siempre llevo la conversación hacia temas que no te interesan. Dices que somos incompatibles, que no tenemos los mismos gustos, los mismos sentimientos; y NO es cierto, porque aunque únicamente sea cuando hago/hacemos uso de nuestras lenguas es cuando realmente nos comunicamos. Es en esos momentos cuando recito todas las palabras que quieres escuchar; directamente a tus labios, a todos tus labios.”

 

Esto lo escribí pocos días después de dejarme, dejarte, dejarlo, hace ya tanto tiempo. Hoy nos hemos cruzado en el parking del IKEA, bajo la sombra rojiza y sinuosa de la torre de Toyo Ito, pero no me he sorprendido. Sé que lo más lógico del mundo es cruzarse con personas a las que no quieres volver a ver. Me has dicho que no vienes a comprar, solo a observar las tendencias de este otoño. No sé qué ideas puedes copiar de un sitio que te vende un armario ropero desmontado y empaquetado, que tienes que resolver un sudoku cada vez que lees las instrucciones, que para hacer una reclamación de alto nivel tienes que aprender un idioma nórdico.

 Pre-Momento absurdo:

: divina como siempre; yo: mucho menos. : jovial como siempre; yo: ausente como en aquellos tiempos.

Tu vida en un minuto: casada con un marido de corbata y ex fumador por ley, niños en clases de música, el gimnasio a días alternos, coleccionista de foulards y de biquinis, osito de Tous en el cuello y pulsera de Pandora en la muñeca.

Mi vida durante ese minuto: vigilando mi vieja scooter que está aparcada en doble fila taponando tu Mini de dos colores, esperando que acabe esta conversación para poder volver a estar ausente de ti, otra vez.

Post-Momento crítico:

En tu despedida el cordial olvido de siempre:

Nos vemos, (dónde?, cuándo?)

-Nos llamamos, (pero si ya borramos nuestros teléfonos)

sí, sí, (no, no)

– ¡ cuídate ¡  (de qué?, de quién?).

Luego dos besos, uno por mejilla, -mas que besos han sido picotazos para evitar que se te pierda ese carmín azul-, pero en el último giro de cabeza, a un centímetro de mi oído, inundándome las pituitarias de aromas pretéritos, me has susurrado: todavía recuerdo tus palabras, todas tus palabras, mi marido no me habla igual…

Esta noche sigo pensando a qué palabras te refieres: ¿a las que nunca entendiste, o las que te dije sin sonidos, exclusivamente con la lengua?

Mañana me castigaré escuchando varias veces a Quique González cantando aquel verso: peor que el olvido fue volverte a ver.

Imagínate que no tenemos piel y el frío hace mordernos los dedos

Viejo texto -ahora remozado- que empezó a sobrehilvanarse en VIVA nevagando, del cual son casi tan culpables como yo LIACICE y la propia VIVA

Ella ve mares en todos los espejos,

temiendo el quebranto del cristal que los retiene,

no por los siete años de mala suerte

si no por el temor a que se vierta un océano dentro de su casa.

 

Los viernes hornea pasteles de chocolate, canela, matarratas.

Todo a partes iguales

para que los dolores de tripa sean dulces, aromáticos, mortales.

 

Antiguos amantes vienen invitados los sábados a merendar,

café crudo para los dos y un trozo generoso de pastel para mí.

 

La ropa se nos va cayendo por el suelo

entre sus risas y mis retortijones,

en la alcoba llueven besos y bómitos,

sudor y saña,

semen y sangre.

Al alba ella fuma un cigarrillo y yo miro, sin ver,

mi reflejo en el azogue cuarteado.

                                                                                Ahora tiene un mar disgustado

                                                                                  batiendo las olas en el salón.

                                                                               (y mi cadaver en el dormitorio)

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EL SILLÍN DE MI MOTO ECHA DE MENOS TU CULO

Va pasando el tiempo y alguna neurona desocupada se encarga de conjugar los impulsos nerviosos hasta que salta un chispazo dentro del cerebro.  Los olvidos están despedazados a lo largo y ancho de la memoria, pero esa neurona –cabrona y con mala intención- los recupera, los enlaza, los reconstruye y hace que encajen en alguna fecha, en algún momento inesperado.

Hoy coincide todo eso y una nostalgia suboceánica asoma para recordarme que hace un año, más o menos, nos descubrimos.  Mi tristeza y yo andábamos por una parte, tus dificultades y andabais por otra, hasta que nos tropezamos.

Establecimos un tiempo de recorrer las tardes en moto, de conocer nuestras mentiras, de buscar domingos para follar, de encontrarle esquinas a esta ciudad redonda, de fumarnos las prohibiciones.  Mi heptapolaridad –una para cada día de la semana- aprovechó una noche sin lluvia para joderlo todo.  Por suerte no nos quedaron ni fotografías, ni versos, ni cicatrices. Es peor, quedó la impronta.

Las cosas no han cambiado mucho, debes seguir prendiendo fuego con la risa y yo sigo comprobando los mapas del mundo.  En ciertas latitudes hay días en los que llueven libros con rosas, y otros días llueven putadas del pasado (a nosotros nos tocan siempre éstos últimos).  Pero la lluvia nos sigue jodiendo igual, a ti por dentro y a por fuera.

Yo sigo domesticando caminos, y sigues dentro de mi cabeza.  Entonces cierro los ojos, te pienso, y mi mano derecha ya sabe lo que tiene que hacer…

 

( creo que soy feliz mientras te olvido; no lo sé, es un sentimiento nuevo para )

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ALFILERES

Ella ya sabe que todo es mentira, o casi todo.

No le importa pintarse el pelo de colores, porque su obscuro natural -de tierra prometida- siempre queda por debajo y acaba aflorando, no hay nada que hacer.

Lleva media vida esperando un candidato electoral que le prometa cosas imposibles, que la engañe con mentiras de sabores, que le deje un regusto a fresas en la lengua, quiere alguien que le diga que los lunes dejarán de joder tras los domingos, que la lluvia vendrá con advertencias veraces, que los números tendrán opinión propia, que las pecas son mapas estelares dibujados en su piel de india trashumante.

Los vértices intactos de sus tetas siguen el movimiento pendular del tiempo; del tiempo que tarda ese candidato en cumplir las promesas, del tiempo que se toma ese candidato en interpretar los caminos de sus lunares. Y él tiene el mismo arrepentimiento que un preso indultado: ninguno.

Desde entonces transporta mundos muertos en uno de sus bolsillos, en el otro guarda lágrimas intactas, húmedas, vivas, encapsuladas por la propia ingravidez del llanto, dispuestas a desbordarse mejillas abajo en cuanto muera otro mundo.

 


Algún día aprenderá a matar con los ojos, aprenderá a sostener su mirada el tiempo necesario, conseguirá meterse a través de las fibras del nervio óptico y alfiletear    todo mi cráneo por dentro hasta construir un dolor que me haga vivir.

LA CACERÍA

El gato recorre sigilosamente las cornisas de los suburbios pasando desapercibido  entre letras ajenas, camuflándose perfectamente entre sombras y resquicios; su tarea es seguir buscándola cada noche. Olfatea el humo de los cigarrillos esperando encontrar su aliento en una calada compartida, escucha ronroneos dispersos para encontrar una voz que no pretenda amaestrarlo, provoca gemidos y no los reivindica, observa desde los áticos a las gatas que bufan pidiendo una tregua, pero el gato está ocupado en otra guerra. Solo maúlla su rabia cuando le molestan.

Sabe que si persiste algún día ella aparecerá, pero el mundo se le está haciendo tan pequeño; ha visto muchos –demasiados- sitios, ha estado en muchas –demasiadas- ciudades, ha bregado en muchos zafarranchos. Cuando la encuentre ejecutará su estrategia milenaria: con suma cautela estudiará sus balanceos de mujer, se aprenderá de memoria los colores misteriosos de sus sonidos, calcará en la retina transparente de sus ojos la silueta mágica de ella, y se hará inseparable de sus sueños en cada madrugada, llenándola de miaus.

Y cuando por fin la encuentre vendrá el paso más arriesgado. Deberá aprovechar una noche calurosa de insomnio para colarse por su ventana y esperar una pequeña distracción. Se dejará ver entre las cortinas con sus uñas envainadas, con sus pupilas rojas iluminadas, con lo bigotes relamidos, y dará tiempo a que sea ella quien lo llame: minino, minino. Entonces caminará orgulloso entre sus piernas, acariciando imperceptiblemente sus medias de colores, se detendrá bajo sus faldas arqueando el lomo, erizando el suave pelaje negro, estirando la cola hacia arriba, hacia lo más alto, hasta llegar a rozar con toda la delicadeza erótica posible su clítoris.

Debe ser por todo ello que el gato fue la mascota preferida de Cleopatra, y a otros animales en cambio los sacrifican cada domingo en la arena, o los envían a dirigir el tráfico de los corderos.

FASES

Por desgracia pasaron muy rápido de la fase UNO a la fase DOS en su “relación”.

     −      no me gusta la palabra relación aunque esté entrecomillada. -dijo él.

      a mí tampoco; pero de alguna manera hay que llamarla. -dijo ella.

La fase UNO es la de hablar, hablar, hablar y hablar. La fase DOS es la de follar, follar, follar y follar.

Él tiene miedo a llegar a la fase TRES, es uno de los pocos números que no puede pronunciar desde la niñez, cosas de un logopeda incompetente. La tercera fase es ésa en la que cuando se miran ya se han dicho todo -o no tienen nada que decirse-, ésa en la que cuando están juntos no les hacen falta palabras -o ya se les han agotado todas-. La fase TRES es también aquella en la que se calculan los días para follar, y si surge algún inconveniente pues se aplaza, no pasa nada. ¡Odia esta fase!

Él acostumbra a desertar al llegar al tercer nivel, pero esta vez le ha pillado viejo, acomodado, y en lugar de huir hacia el futuro se ha quedado removiendo un café sin azúcar, paladeando un fado; mientras ella le cuenta la milonga premeditada de que esta noche no pueden verse, que tiene trabajo, y que mañana tampoco, que una amiga está depre y necesita alguien para llorar, y que pasado mañana… (todavía no ha decidido la mentira que parirá).

Ella está pensando en su nuevo amante, con el que ayer inauguró la fase DOS…

Él está pensando en porqué no alargó un poquito más la fase UNO, era tan interesante, tan confortable, tan sandunguera…

Ella está pensando en chupársela antes de irse, para que no sospeche nada…

Él está pensando en si volverá a encontrar alguna que sepa chuparla/conversar como lo hace ella, es tan dulce…

 

NOTA: también existen (no necesariamente) las fases CUATRO y CINCO, son fases en las que se pierden el respeto el uno al otro: dejan de quererse; fases llenas de odio: nunca se han querido; de insultos: empiezan con un simple tont@ y acaban con un irreparable hij@deputa; de desprecio: son trozos de carne sin sangre, sin alma; de maltratos: el último tropezón antes de caer en el barranco y llegar al PNR (1).  Algun@s terminarán saliendo en la portada de los informativos.

 El protagonista vivió –en su infancia- el devenir injustificado de todas las fases, por eso huye antes de llegar a la tercera, aunque le llamen cabrón.

(1) PNR: En aeronáutica dícese del Punto de No Retorno aquel en que la nave ya no tiene suficiente combustible para retroceder y debe seguir adelante, sean cuales sean las condiciones. Para acabar estrellándose la mayoría de las veces.

EMPUJE

A fuerza de empujar cada noche el cabezal de la cama contra la pared hicieron un desconchón, y como nadie protestó siguieron empujando hasta llegar a casa del vecino, un cochabambino indefenso y sin papeles.

Con ese empuje sin fronteras y sin árbitros han acabado follando con el colchón en medio del rellano comunitario. Desde allí rodaron escaleras abajo hasta el portal, salieron regalándose un sesenta y nueve a la Avenida República Argentina y continuaron amándose calle abajo. En el puente de Vallcarca culminaron un polvo e inauguraron otro, pasaron frente a la parada de metro de Lesseps y desde allí giraron en un vórtice de pasión hasta la Ronda General Mitre, donde acabaron en medio de una manifestación de anti hipotecarios, que aplaudían, sacaban fotos con el móvil y retrasmitían vía Twiter. Y ellos seguían desnudos, con los ojos cerrados, probando todas las posturas que se les ocurrían y que más placer podían darles.

Ella era muy poquita cosa y él ya estaba en declive, pero jodiendo rompían moldes; fíjate que sin querer han llegado a cambiar la órbita de algunos planetas. Ella era todo huesos, poca chicha, y una mata de pelo negro increíble; él era un disco de vinilo de Fabrizio de André, imposible de piratear, con la ausencia y el déjà vu tiznados en cada arruga. Ella tiene la sonrisa más bonita que jamás se haya visto, y él, que es triste por naturaleza, entiende de eso. Ella es clitoriana y él inseguro, la conjunción perfecta para no darse por aludidos, para repetir todas las veces que haga falta, para no rendirse aunque el Ibex 35 haga cagarse de miedo a los especuladores.

Ellos, ajenos a las catástrofes financieras y meteorológicas, siguen dale que te pego, como si hubieran redescubierto un sistema mutualista de encontrar la muerte, a base de proporcionarse orgasmos y risas.

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