ONE, TWO, THREE … YOUR LITTLE MOUTH !!!

A todas las que alguna vez me han jodido el sueño,
y a las que en un futuro lo harán

 

Uno. Todo hay que decirlo: tu madre se gastó una fortuna en ti; los mejores dentistas privados, los mejores brackets de metales siderales, los mejores dentífricos y cepillos eléctricos, ¿y para qué? Todo eso lo hizo para que tuvieras una sonrisa perfecta y no para que te vayas metiendo el rabo de cualquiera en la boca.

 

Dos. Si supieras cuánto y cómo me ponen tus morros no le irías comiendo la boca a todos los payasos que te hablan con acento atlántico.

 

Tres. Yo estaba emperrado en follarte por la boca apretando tu cabeza contra mi polla, y tu te resistías mientras me mordías suavecito y murmurabas “feminazi”. Pero nunca te oí decir nada cuando era yo el que me comía el magma de tus profundidades, ya sé que lo hago bien, ya sé que te gustaba, pero hubiese agradecido cualquier palabra de aprobación.

 

Sin número. Supongo que ya estarás con otro o con otros. Supongo que ya no te encontraré en el porno que miro mientras deshecho recuerdos. Supongo que vuelvo a quedarme con las alas rotas. Supongo que tengo que dejar de suponer.

 

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LA MUJER QUE AMABA A UN PERRO

En un domicilio alquilado de cincuenta metros cuadrados no hay aguas internacionales donde eludir las batallas. En este apartamento de dos habitaciones, cocina-office y un baño, cualquier rincón es propicio para iniciar un zafarrancho de combate. Huele a queroseno y a petróleo, ya ni recordamos desde cuándo permanece flotando este olor en la casa. Solamente necesitamos algún tipo de chispa para que se inicie la combustión y todo salte por los aires.

A veces ella encuentra un viejo encendedor sin gas:

              Ella  T e veo raro, estás diferente. Como si te faltara algo en la cara.

              Él     ¿bronceado? ¿afeitado? ¿perfumado?

              Ella   No. Te falta la sonrisa.

Otras veces pulsa el interruptor del fluorescente para que el cebador percuta una pequeña descarga:

              Ella  Eres parte de una película. De mi película.

              Él      ¿King Kong? ¿Sin City? ¿Alguna mierda del Almodóvar?

          Ella  No. Titanic. Eres el iceberg. Gélido, silente, nocturno, traicionero, cabrón, ingrato, insensible.

Pero más tarde o más temprano encontrará un lanzallamas escondido bajo toneladas de papel, de monstruos y de recuerdos. Por la única ventana empezará a salir humo y alguien avisará a los bomberos:

               Ella  Eres como un animal. Mi animal.

               Él     ¿un jaguar, un leopardo, un tigre de bengala?

               Ella  No. Un perro.

               Él        ¿…?

              Ella    Un puto perro callejero. Un perro que ladra a todas las perras, un perro que sólo me muerde a mí, a la mano que lo acaricia. Un perro que me tiene harta. Harta de que se pase los días sentado frente a la playa, sin hacer nada más que fumar y mirar las olas, ¡como si hubiese algo al otro lado, JÁ!

Harta de que se pase las noches sentado frente a la pantalla y el teclado, leyendo no se qué mierdas y escribiendo otras mierdas más grandes todavía.

Harta de su única justificación: que estás en un proceso constante y eterno de la búsqueda de la felicidad. ME TIENES HASTA EL MOÑO DE TU INFELICIDAD Y DE TUS GILIPOLLECES.

Eres un perro que callejea continuamente por las ciudades y luego vuelve lloriqueando hasta aquí, hasta mí. Vuelve herido, roto, contaminado. Un perro que olisquea el culo de otras perras buscando alguna que esté en celo, y mientras tanto yo me quedo más sola que la una, esperándote. Un perro que se queda prendado de lo que sea, de una risa, de una mirada, de un acento, de una palabra. ¡Te ha pasado y te pasará siempre! Me tienes hasta los mismísimos ovarios de tus huidas y de tus regresos.

Dices que eres pequeño, insignificante, que tus cosas no deberían afectarme tanto, que soy una dramática. ¡PERO QUÉ HUEVÓN ERES! Para mi eres grande, muy grande, el más grande hijodeputa que haya conocido. En tan solo unas horas eres capaz de licuar mi universo balbuceando palabras bajito y al oído, después cuentas uno a uno todos los poros de mi piel, te haces cíclope y unicornio entre mis piernas,  y por último cortas las cuerdas a mi paracaídas. O como tú escribirías con esa manía tuya de asemejar la prosa al lenguaje oral: «En un mismo día me comes la oreja con tus historias, me follas como te da la gana y después me tiras rodando por entre la mierda a un barranco sin fondo«. PARA HACER TODO ESO HAY QUE SER MUY GRANDE Y MUY HIJODEPUTA.

Me tienes cansada de que cuando todo va mejor entre nosotros se te encienden los ojos, se te pone dura y te vas a la otra punta del mundo sin decir nada. ¿No puedes hacer como otros?, ¿no puedes mirar porno? ¿no puedes hacerte una paja y después seguir mintiéndome? No, tú no. Lo tuyo es empezar una cacería tras otra. CABRÓN. Luego vuelves perdido y derrotado.  ¡ Y TU POLLA SABE AL COÑO DE OTRA ¡ Y yo me tengo que comer esos sabores y lamer tus heridas. En un minuto cambias las mariposas de mi estómago por una bombona de butano, que me rompe las tripas, que me deflagra entre las costillas, que explosiona al ladito de mi corazón.

¿No te das cuenta de que todo eso va contra natura?

¡ un perro como tú tiene que estar con una perra como yo !

Por mucho que derritas el nombre de otra en la nieve con tu aliento, NO PUEDE SER; por mucho que te pierdas por las mesetas y te hagas sumiso escudero de otra, NO PUEDE SER; por mucho que te enganches de una loca que le tiene miedo a la lluvia, NO PUEDE SER.

¡¡ PORQUE TODAS ELLAS SON GATAS Y TU ERES PERRO !!

Un perro que se cuelga de la letra I latina, I de incierta, I de ImPaR, I de imposible. Un JODIDO perro sin pedigree, que no tiene ni quiere tener dueña, que no quiere a nadie porque no se quiere ni a sí mismo. Al final te vas a quedar solo, sin amigos ni enemigos, sin techo, sin estufa para el invierno, sin regazos ni platos. Solo, te vas a quedar solo.

                Él    Tanto desdén no puede ser bueno. Tanto odio no puede ser bueno. Tanta mala leche no puede ser buena. Ni para ti ni para mí.

 

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Los bomberos llegaron justo a tiempo para ver todo el apartamento calcinado; en el rellano una mujer todavía sujeta el mango de un lanzallamas que eructa fogonazos. Algún vecino dijo haber visto salir corriendo escaleras abajo a un perro chamuscado.

             –¿un perro? ¿de qué raza?

                  No, de ninguna. Un perro de esos que nadie quiere, de esos que andan por las calles buscándose la vida entre las basuras. Un perro de esos que los golfos apedrean cuando se aburren. Un perro no más.

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FLOJERA

Te juro que nunca apareciste en mi lista de cosas que me la traen floja. Aunque fijo que yo soy el primero en tu lista de cosas prescindibles.

Las tres o cuatro primeras horas fueron de las mejores, dejamos el sentido de la vista tras la puerta de la habitación alquilada y les hicimos un nudo a las cuerdas vocales. Así, ciegos y mudos, nos dedicamos a conocernos. Palpar, tocar, acariciar, besar, chupar, morder. Un lujo.

Después el ERROR.

Aquella noche mi inseguridad, escondida y pisoteada desde hacía tantos años, encontró una autopista de seis carriles sin peaje para volver a putearme. Un gatillazo, traicionero y cabrón, se empeñó en ser el protagonista, quiso convertirse en el principio de mi fin; buscabas los tornillos de mi desajuste, te repartías parte de la culpa, mantenías apartadas las sombras de mi vergüenza, pero yo no te escuchaba, yo estaba demasiado ocupado intentando canalizar la sangre por las tuberías correspondientes.

Por suerte se ha quedado en un trauma premonitorio y recurrente de mis insomnios.

Lo peor, para , fue que acabaras la noche adiestrándome para regalarte aquellos dos orgasmos manuales. Triste, muy triste.

 

( me ha costado un huevo muchísimo escribir esto )

COMENTARIOS DESACTIVADOS

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EL SILLÍN DE MI MOTO ECHA DE MENOS TU CULO

Va pasando el tiempo y alguna neurona desocupada se encarga de conjugar los impulsos nerviosos hasta que salta un chispazo dentro del cerebro.  Los olvidos están despedazados a lo largo y ancho de la memoria, pero esa neurona –cabrona y con mala intención- los recupera, los enlaza, los reconstruye y hace que encajen en alguna fecha, en algún momento inesperado.

Hoy coincide todo eso y una nostalgia suboceánica asoma para recordarme que hace un año, más o menos, nos descubrimos.  Mi tristeza y yo andábamos por una parte, tus dificultades y andabais por otra, hasta que nos tropezamos.

Establecimos un tiempo de recorrer las tardes en moto, de conocer nuestras mentiras, de buscar domingos para follar, de encontrarle esquinas a esta ciudad redonda, de fumarnos las prohibiciones.  Mi heptapolaridad –una para cada día de la semana- aprovechó una noche sin lluvia para joderlo todo.  Por suerte no nos quedaron ni fotografías, ni versos, ni cicatrices. Es peor, quedó la impronta.

Las cosas no han cambiado mucho, debes seguir prendiendo fuego con la risa y yo sigo comprobando los mapas del mundo.  En ciertas latitudes hay días en los que llueven libros con rosas, y otros días llueven putadas del pasado (a nosotros nos tocan siempre éstos últimos).  Pero la lluvia nos sigue jodiendo igual, a ti por dentro y a por fuera.

Yo sigo domesticando caminos, y sigues dentro de mi cabeza.  Entonces cierro los ojos, te pienso, y mi mano derecha ya sabe lo que tiene que hacer…

 

( creo que soy feliz mientras te olvido; no lo sé, es un sentimiento nuevo para )

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LA CACERÍA

El gato recorre sigilosamente las cornisas de los suburbios pasando desapercibido  entre letras ajenas, camuflándose perfectamente entre sombras y resquicios; su tarea es seguir buscándola cada noche. Olfatea el humo de los cigarrillos esperando encontrar su aliento en una calada compartida, escucha ronroneos dispersos para encontrar una voz que no pretenda amaestrarlo, provoca gemidos y no los reivindica, observa desde los áticos a las gatas que bufan pidiendo una tregua, pero el gato está ocupado en otra guerra. Solo maúlla su rabia cuando le molestan.

Sabe que si persiste algún día ella aparecerá, pero el mundo se le está haciendo tan pequeño; ha visto muchos –demasiados- sitios, ha estado en muchas –demasiadas- ciudades, ha bregado en muchos zafarranchos. Cuando la encuentre ejecutará su estrategia milenaria: con suma cautela estudiará sus balanceos de mujer, se aprenderá de memoria los colores misteriosos de sus sonidos, calcará en la retina transparente de sus ojos la silueta mágica de ella, y se hará inseparable de sus sueños en cada madrugada, llenándola de miaus.

Y cuando por fin la encuentre vendrá el paso más arriesgado. Deberá aprovechar una noche calurosa de insomnio para colarse por su ventana y esperar una pequeña distracción. Se dejará ver entre las cortinas con sus uñas envainadas, con sus pupilas rojas iluminadas, con lo bigotes relamidos, y dará tiempo a que sea ella quien lo llame: minino, minino. Entonces caminará orgulloso entre sus piernas, acariciando imperceptiblemente sus medias de colores, se detendrá bajo sus faldas arqueando el lomo, erizando el suave pelaje negro, estirando la cola hacia arriba, hacia lo más alto, hasta llegar a rozar con toda la delicadeza erótica posible su clítoris.

Debe ser por todo ello que el gato fue la mascota preferida de Cleopatra, y a otros animales en cambio los sacrifican cada domingo en la arena, o los envían a dirigir el tráfico de los corderos.

FASES

Por desgracia pasaron muy rápido de la fase UNO a la fase DOS en su “relación”.

     −      no me gusta la palabra relación aunque esté entrecomillada. -dijo él.

      a mí tampoco; pero de alguna manera hay que llamarla. -dijo ella.

La fase UNO es la de hablar, hablar, hablar y hablar. La fase DOS es la de follar, follar, follar y follar.

Él tiene miedo a llegar a la fase TRES, es uno de los pocos números que no puede pronunciar desde la niñez, cosas de un logopeda incompetente. La tercera fase es ésa en la que cuando se miran ya se han dicho todo -o no tienen nada que decirse-, ésa en la que cuando están juntos no les hacen falta palabras -o ya se les han agotado todas-. La fase TRES es también aquella en la que se calculan los días para follar, y si surge algún inconveniente pues se aplaza, no pasa nada. ¡Odia esta fase!

Él acostumbra a desertar al llegar al tercer nivel, pero esta vez le ha pillado viejo, acomodado, y en lugar de huir hacia el futuro se ha quedado removiendo un café sin azúcar, paladeando un fado; mientras ella le cuenta la milonga premeditada de que esta noche no pueden verse, que tiene trabajo, y que mañana tampoco, que una amiga está depre y necesita alguien para llorar, y que pasado mañana… (todavía no ha decidido la mentira que parirá).

Ella está pensando en su nuevo amante, con el que ayer inauguró la fase DOS…

Él está pensando en porqué no alargó un poquito más la fase UNO, era tan interesante, tan confortable, tan sandunguera…

Ella está pensando en chupársela antes de irse, para que no sospeche nada…

Él está pensando en si volverá a encontrar alguna que sepa chuparla/conversar como lo hace ella, es tan dulce…

 

NOTA: también existen (no necesariamente) las fases CUATRO y CINCO, son fases en las que se pierden el respeto el uno al otro: dejan de quererse; fases llenas de odio: nunca se han querido; de insultos: empiezan con un simple tont@ y acaban con un irreparable hij@deputa; de desprecio: son trozos de carne sin sangre, sin alma; de maltratos: el último tropezón antes de caer en el barranco y llegar al PNR (1).  Algun@s terminarán saliendo en la portada de los informativos.

 El protagonista vivió –en su infancia- el devenir injustificado de todas las fases, por eso huye antes de llegar a la tercera, aunque le llamen cabrón.

(1) PNR: En aeronáutica dícese del Punto de No Retorno aquel en que la nave ya no tiene suficiente combustible para retroceder y debe seguir adelante, sean cuales sean las condiciones. Para acabar estrellándose la mayoría de las veces.

EMPUJE

A fuerza de empujar cada noche el cabezal de la cama contra la pared hicieron un desconchón, y como nadie protestó siguieron empujando hasta llegar a casa del vecino, un cochabambino indefenso y sin papeles.

Con ese empuje sin fronteras y sin árbitros han acabado follando con el colchón en medio del rellano comunitario. Desde allí rodaron escaleras abajo hasta el portal, salieron regalándose un sesenta y nueve a la Avenida República Argentina y continuaron amándose calle abajo. En el puente de Vallcarca culminaron un polvo e inauguraron otro, pasaron frente a la parada de metro de Lesseps y desde allí giraron en un vórtice de pasión hasta la Ronda General Mitre, donde acabaron en medio de una manifestación de anti hipotecarios, que aplaudían, sacaban fotos con el móvil y retrasmitían vía Twiter. Y ellos seguían desnudos, con los ojos cerrados, probando todas las posturas que se les ocurrían y que más placer podían darles.

Ella era muy poquita cosa y él ya estaba en declive, pero jodiendo rompían moldes; fíjate que sin querer han llegado a cambiar la órbita de algunos planetas. Ella era todo huesos, poca chicha, y una mata de pelo negro increíble; él era un disco de vinilo de Fabrizio de André, imposible de piratear, con la ausencia y el déjà vu tiznados en cada arruga. Ella tiene la sonrisa más bonita que jamás se haya visto, y él, que es triste por naturaleza, entiende de eso. Ella es clitoriana y él inseguro, la conjunción perfecta para no darse por aludidos, para repetir todas las veces que haga falta, para no rendirse aunque el Ibex 35 haga cagarse de miedo a los especuladores.

Ellos, ajenos a las catástrofes financieras y meteorológicas, siguen dale que te pego, como si hubieran redescubierto un sistema mutualista de encontrar la muerte, a base de proporcionarse orgasmos y risas.

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INSOMNIO

Ya sé que miles de cigarrillos Winston, o las noches eternas de gintonics y amaretos, me llevarán de cabeza a la tumba. Pero estoy negociando, con quien corresponda, cambiar mi muerte por la cadena perpetua de tu insomnio, trocar mi hora final con tus horas nocturnas interminables. Buscaré el mejor trepanador egipcio, haré que hurgue con su berbiquí en un punto exacto de mi hipocampo, justo allí donde se regulan los horarios del sueño. Luego cauterizaré con salmuera mis sesos para evitar septicemias, sellaré mi cráneo con substancias irreversibles, y dejaré de dormir para siempre.

¡¡ Anda, mira qué bien !!, al final no me ha hecho falta recurrir a la cirugía ancestral. Tú ya me has contagiado. No sé si mezclaste la falta de sueño entre tu risa, entre la saliva dulce de algún beso o entre las hebras infinitas de tu melena, pero el caso es que ya no duermo.

Los días son largos pero las noches no hay quien se las apure, son transoceánicas. Todo el silencio del mundo me rodea, pero cualquier pequeño sonido me llega como un cañonazo al centro del cuerpo: el goteo de un grifo eterno, la sirena lejana y maldiciente de una ambulancia, el rumor de un colchón agitado por unos que están follando en las antípodas, el imperceptible y oxidado chirriar del eje del planeta; ahora mismo está lloviendo en Macondo, lo sé, lo oigo.

Soy como esos tigres del zoo, encerrados en una pequeña jaula de cuatro metros, caminando de un lado a otro, incansablemente, toda la vida, con la mirada siempre en un punto fijo. Así estoy yo, recorriendo la habitación de pared a pared, descalzo para no molestar al vecino de abajo, desnudo para no escuchar el roce de la ropa, con la mirada siempre en la cristalera, esperando a que la ciudad se despierte y me acompañe en mi insomnio.

Los gatos se cansarán de maullar a la luna y yo seguiré en mi ventana, espiándolos, viendo como se dispersan al clarear el alba.

Mil años después los médicos seguirán sin creer que el insomnio sea infeccioso. Yo soy la prueba viviente, y sin sueño, de su incredulidad.