poli bueno, poli malo

POLI MALO

poli malo

El gen de la hijoputez es intrínseco al ADN de los maderos (aunque alguno se escandalice por estas 12 palabras)

POLI BUENO

poli bueno

La historia aquí, para que se demuestre la excepción que confirma la regla.

-ser buena o mala persona no tiene nada que ver con el oficio desempeñado-

flâneur

Cristina, por favor, hazle caso.

Ese tipo se ha jugado la vida en los márgenes de una vía rápida, mezcla las mayúsculas con las minúsculas, y hasta se come los espacios entre palabras.

 

 

( Siempre creí que yo era un poco raro porque me gusta fotografiar detalles de las ciudades, hasta que vi que otros –Adwoa, Neverland– recogen con la cámara algo más que la arquitectura o el urbanismo )

 

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FLOJERA

Te juro que nunca apareciste en mi lista de cosas que me la traen floja. Aunque fijo que yo soy el primero en tu lista de cosas prescindibles.

Las tres o cuatro primeras horas fueron de las mejores, dejamos el sentido de la vista tras la puerta de la habitación alquilada y les hicimos un nudo a las cuerdas vocales. Así, ciegos y mudos, nos dedicamos a conocernos. Palpar, tocar, acariciar, besar, chupar, morder. Un lujo.

Después el ERROR.

Aquella noche mi inseguridad, escondida y pisoteada desde hacía tantos años, encontró una autopista de seis carriles sin peaje para volver a putearme. Un gatillazo, traicionero y cabrón, se empeñó en ser el protagonista, quiso convertirse en el principio de mi fin; buscabas los tornillos de mi desajuste, te repartías parte de la culpa, mantenías apartadas las sombras de mi vergüenza, pero yo no te escuchaba, yo estaba demasiado ocupado intentando canalizar la sangre por las tuberías correspondientes.

Por suerte se ha quedado en un trauma premonitorio y recurrente de mis insomnios.

Lo peor, para , fue que acabaras la noche adiestrándome para regalarte aquellos dos orgasmos manuales. Triste, muy triste.

 

( me ha costado un huevo muchísimo escribir esto )

COMENTARIOS DESACTIVADOS

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TOYO ITO

“Dices que no me entiendes cuando te hablo, que siempre llevo la conversación hacia temas que no te interesan. Dices que somos incompatibles, que no tenemos los mismos gustos, los mismos sentimientos; y NO es cierto, porque aunque únicamente sea cuando hago/hacemos uso de nuestras lenguas es cuando realmente nos comunicamos. Es en esos momentos cuando recito todas las palabras que quieres escuchar; directamente a tus labios, a todos tus labios.”

 

Esto lo escribí pocos días después de dejarme, dejarte, dejarlo, hace ya tanto tiempo. Hoy nos hemos cruzado en el parking del IKEA, bajo la sombra rojiza y sinuosa de la torre de Toyo Ito, pero no me he sorprendido. Sé que lo más lógico del mundo es cruzarse con personas a las que no quieres volver a ver. Me has dicho que no vienes a comprar, solo a observar las tendencias de este otoño. No sé qué ideas puedes copiar de un sitio que te vende un armario ropero desmontado y empaquetado, que tienes que resolver un sudoku cada vez que lees las instrucciones, que para hacer una reclamación de alto nivel tienes que aprender un idioma nórdico.

 Pre-Momento absurdo:

: divina como siempre; yo: mucho menos. : jovial como siempre; yo: ausente como en aquellos tiempos.

Tu vida en un minuto: casada con un marido de corbata y ex fumador por ley, niños en clases de música, el gimnasio a días alternos, coleccionista de foulards y de biquinis, osito de Tous en el cuello y pulsera de Pandora en la muñeca.

Mi vida durante ese minuto: vigilando mi vieja scooter que está aparcada en doble fila taponando tu Mini de dos colores, esperando que acabe esta conversación para poder volver a estar ausente de ti, otra vez.

Post-Momento crítico:

En tu despedida el cordial olvido de siempre:

Nos vemos, (dónde?, cuándo?)

-Nos llamamos, (pero si ya borramos nuestros teléfonos)

sí, sí, (no, no)

– ¡ cuídate ¡  (de qué?, de quién?).

Luego dos besos, uno por mejilla, -mas que besos han sido picotazos para evitar que se te pierda ese carmín azul-, pero en el último giro de cabeza, a un centímetro de mi oído, inundándome las pituitarias de aromas pretéritos, me has susurrado: todavía recuerdo tus palabras, todas tus palabras, mi marido no me habla igual…

Esta noche sigo pensando a qué palabras te refieres: ¿a las que nunca entendiste, o las que te dije sin sonidos, exclusivamente con la lengua?

Mañana me castigaré escuchando varias veces a Quique González cantando aquel verso: peor que el olvido fue volverte a ver.

La cueva y los maníes

toma, toma y toma ¡¡¡¡¡¡¡

HISTORIAS QUE CONTAR


Piedad intuía que entre sus piernas había una cueva misteriosa a la que no había entrado nunca nadie. Ella era la dueña de las llaves y la encargada de limpiar los contornos del dintel. A los siete años se puso muy ansiosa. Una noche le dijo a su madre que quería que por esas compuertas de carne entrara un barco, aunque fuese uno de plástico, de esos pequeñines con los que jugaba su hermano, Aníbal. Pero, hija, incluso aquel diminuto trasatlántico es demasiado grande, por ahora. La puerta está cerrada. ¿Y qué tal el aeroplano a escala que tiene mi papá sobre el escritorio, en la oficina? Ese, aunque es un poco más grande, es más liviano que el barco. ¿Lo has visto, mamá? Sí hija, lo he visto, pero… ¿Y la réplica pequeñísima de la torre Eiffel que tú guardas? ¿Te imaginas introducir aquella linda torre y luego, cuando…

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MICRO EN 100 PALABRAS (2 x 50)

 (I)

Habían estado bebiendo desde bien entrada la tarde y a media noche transitaban por la fase de prometerse amistad eterna, ya de madrugada se hicieron regalos para sellar su “forever friends”.

El elefante africano y el pez globo intercambiaron sus memorias en una noche tabernera de caipirinhas, mojitos y ron-colas.

 (II)

El elefante circense es feliz: cada día ejecuta su número perfectamente, como si fuera la primera vez que lo hace; no recuerda que todas las semanas realiza catorce funciones con idénticos ejercicios.

El pez globo del acuario revisa continuamente que las trampas para ratones tengan su trocito de queso correspondiente.

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 Leí en el sitio de Adwoa que se auto invitó al reto de Marga. Cuando se trata de desafíos me meto de cabeza, malas costumbres que tiene uno. Ahora he descubierto que reto es sinónimo de difícil.

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EL CANTO DEL CISNE (el boxeador)

Una falsa leyenda popular asegura que el cisne canta solamente durante los pocos minutos que preceden a su muerte.

Antes

El sabor a sangre oxidada en la boca al despertarse indicaba que el final de su carrera pugilística estaba próximo, el no dormir más que unos minutos cada noche presagiaba un desenlace con nombre y apellidos: tumor y estás bien jodido.

Y la decisión fue que aquella misma velada quemaría sus naves.

Quizás le hubiese convenido fijarse en cualquier otra mujer; ya le había ido mal liándose con una de aquellas indias arapahoes que vinieron desde las llanuras orientales de Colorado hasta los cayos meridionales de la Florida en busca de hombres vestidos con piel de búfalo, y solamente encontraron navegantes desalmados. Le fue mucho peor aventurándose con  aquella meretriz asiática que sabía destensar los somieres de los burdeles portuarios sin perder ni la risa ni la compostura, que sabía originar huracanes con sus orgasmos y éstos desbarataban los zoológicos dejando que las jirafas y las panteras camparan a sus anchas por el Brooklyn Bridge hasta desembocar en Manhattan. Podría haberse enamorado (si hubiese creído en la existencia de ese sentimiento) de cualquiera de aquellas diosas aceitunadas que llegaron nadando desde el Pacífico hasta el Atlántico siguiendo las rutas inversas de los manatíes. Podría haberse enredado con cualquier hembra que estuviese dispuesta a lamer sus heridas y algo más.

 ¡¡Pero no!!

Su puto corazón de boxeador ya decidió; se obstinó en encapricharse de aquella criolla blancuzca que paseaba los cartones numerados por el cuadrilátero cada tres minutos, la dueña de los descansos entre paliza y paliza. Antes de saltar al ring había hablado con ella por primera vez. Llevaba muchos combates perdidos deseándola, pero nunca se atrevió a decirle nada. Hoy por fin sí: la invitó al cine. Pero ella fue cruel: “únicamente salgo con ganadores, darling.”

Durante

El contrincante sacudía duro, muy duro, demasiado duro. Golpes directos a la cara, al pecho, al costado. El viejo boxeador aguantaba la tanda de puñetazos y no perdía de vista a la chica del round: ella es muy bonita, pelo castaño no farmacológico, una sonrisa natural y sin cosmética, de tetas injustamente atesoradas y apretadas por el sujetador, unas piernas larguísimas con pantaloncito blanco corto, muy corto, y lo mejor de todo: aquellos ojos verde madreselva que componían amaneceres y atardeceres en cada mirada, en cada parpadeo.

Seguían lloviendo ostias sin descanso. El boxeador no lograba respirar, las tripas bombeaban la bilis directamente a la garganta. No podía ver bien, sus ojos tristes únicamente distinguían un rectángulo nublado de tres vértices: el rival salvaje que tenía delante, la chica del round, y la toalla que podría acabar con todo el sufrimiento. El enemigo seguía haciendo su trabajo, castigando arriba y abajo, derecha, derecha e izquierda. Las rodillas le temblaban y la esperanza de ir al cine acompañado por aquellos ojos de mirada de gata no domesticada, acompañado por aquellas piernas de centímetros prometedores, cada vez quedaba más lejos.

El inminente perdedor lanzó su último ataque, el más desesperado. Empezó a tararear algo, una melodía sin compases pero bella, sin ritmo pero armoniosa, sin entonación pero encadenada, porque aquella también era la primera vez que cantaba. Se masticó la lengua hasta que una papilla visceral rebosó desde los labios hasta la lona. Escupió el páncreas y un pulmón por la boca exhalando un aliento caliente de azufre a la misma vez. Se clavó su propio esternón en la frente convirtiéndose en un unicornio diabólico y lacerado. El costillar, libre de anclajes, se abrió en todo su volumen como la cola de un pavo real del Averno. Se arrancó un trozo de intestino dejándolo trenzado entre las cuerdas del ring, se ató las rotulas de las rodillas con sus propios tendones, se dio la vuelta a la piel de la cara y del cráneo mostrando su lado más fiero. Fue cambiando el dolor de sitio hasta que lo escondió dentro de sus guantes. Entonces arremetió con todas sus fuerzas.

Silencio entre la jauría del público e infartos entre los jueces. En el hilo musical resucitaron a Robbie Williams con su antiguo tema Rock DJ.  El tiempo se paró unas décimas y el adversario se extasió un segundo ante aquel horror, momento en que recibió un perfecto nocaut relámpago que lo derribó.

El viejo boxeador dejó de respirar en el instante exacto en que el árbitro vomitaba mientras iniciaba el conteo: nine, eight, seven, six, five, four, three, two, one …

 Victoria por KO.

 Después

La tarde siguiente, domingo, el viejo boxeador se plantó en la puerta del cine con un ramo de flores en una mano y el corazón en la otra, no es ninguna metáfora: lo sujetaba inerte enredado en las uñas. Hoy reinauguraban aquel cine de barrio, lo hacían con una sesión doble del siglo pasado, primero reponían un clásico: El Maquinista de la General, con el Buster Keaton más mudo y más triste de todos los tiempos,  y terminaban con La Reina de África, donde un desconocido Humphrey Bogart tenía la dulce altanería de Katharine Hepburn circulando por el tuétano de sus huesos.

Estuvo allí varias horas, sin cara, sin hígados, sin pulmón, sin vientre, sin respirar, sin poder tragar, pero con dos entradas de anfiteatro. La estuvo esperando hasta el anochecer, en pie; muerto.

Ella no cumplió su palabra. 

 

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narcis@

http://es.wikipedia.org/wiki/Narciso_(mitolog%C3%ADa)

La mayor parte del tiempo que la gente hablamos, escribimos o comunicamos lo hacemos sobre nuestro tema favorito:  n o s o t r o s – m i s m o s

Hay días en que todas las personas que me tropiezo en la calle, en el metro, en la blogosfera, en el laburo, en el autobús,  en la vida, todas sin excepción se llaman igual: N A R C I S O 

(creo que algunos se quieren tanto que incluso han pergeñado un método, solitario y clandestino, para follarse a ellos mismos)

CHOVE EN SANTIAGO

 

chove en santiago

Llueve y busco donde cubrirme. La rúa Entremuros es larga, torcida, estrecha; hay bares nocturnos situados en sótanos empedrados, de los que te van indicando el camino con luces de led, no son muy recomendables pero son el refugio más cercano.

-Lo siento, tíos, a mi no me van las pollas.

Es la primera frase que dije al entrar y verme abordado por dos clones de Yastin Biber, baboseaban por carne fresca en aquel ambiente de promiscuos aburridos.

La música correcta. Nada de Billas Pipol ni Britni Espirs. Adele canta bien, pero después de varios meses de número uno ya va siendo hora que le contagien unas paperas. Aquí ataca Markay la percusión y Dani Royo jura que ya no quedan más princesas, aunque anda muy equivocado porque esto está lleno de princesas que buscan a otras princesas, de príncipes que olvidaron su corona haciendo cruising en los baños públicos de un centro comercial.

Seguramente todo el mundo se ha hecho fotocopias del culo alguna vez, y en aquel garito tenían instalada un Xerox al lado de la máquina del tabaco para que quien quisiera se inmortalizara las nalgas en directo. La gente jaleaba y animaba al atrevido que se quitó los pantalones, se bajó los calzoncillos y se sentó directamente sobre el vidrio. La luz estroboscópica del aparato flasheó y recorrió varias veces su trayecto, unos dos palmos, luego empezaron a salir folios con la silueta diapositivizada de las nalgas, el cristal empañado distorsionó la imagen y aquello no era un culo, parecía un mapa sísmico con dos maremotos siameses en blanco y negro. El ojo del huracán ya saben dónde queda.

Los dos rubios con pircings y repeinados se apropiaron de una copia entre miradas de complicidad disimulando entre la gente, -sospecho por su posterior cara de felicidad que se fueron al baño a pajearse- después siguieron atacando a diestro y siniestro. No saben que de uno en uno tendrían más éxito, el trío es una cosa que se ha de hablar tranquilamente, no puede ser de sopetón.

Afuera seguía lloviendo, es lo que tiene el principio de los veranos en Galicia. El albariño en vaso de plástico hace de las suyas y acabo por echarme unas risas con los gemelos busca-rollo. Son traviesos y simpáticos, se saben mil chistes de mariquitas, con la sutil diferencia que en su versión los heteros siempre somos los pringaos, los hazmerreir.

No sé si fue el orujo helado, los cigarrillos de varios componentes, o mis ganas de hacer algo diferente, pero el caso es por la mañana temprano mientras las princesas ocupan su puesto de cajera en el Gadis, mientras Zipi y Zipi archivan juicios perdidos en Fontiñas, los coches de media ciudad amanecieron con una fotocopia de mi culo atrapada en su limpiaparabrisas.

 

 

DIEZ PALABRAS PARA LOLA

SECULAR – INCORREGIBLE – PERENNE – CHIVATO – LISIADO – TIROTEO – CONSIDERADO – ALIJO – OLVIDO – GENITAL

Lola llegará a ser una Mata Hari de suburbio, quizás también pueda aspirar a convertirse en una viuda negra de los arrabales. Desde adolescente estaba predestinada a tener la brújula cardiovascular desimantada porque creció entre mordiscos y ladridos; muy pronto se hizo mujer de falda corta, culo alto, piel caribe y unos ojos de gata que en ocasiones son transparentes y puedes ver el rodar del mundo a través de ellos. Tiene mala suerte escogiendo medias naranjas ya que posee el defecto incorregible de encariñarse con quien no debe. Dicen en la familia que toda la culpa es de un bisabuelo loco, vikingo, borracho, blasfemo, hereje y embustero. Aquel pariente lejano se pasó media vida masticando luciérnagas excitadas, pensaba que así iluminaría su interior y encontraría la paz. La palmó de una intoxicación luminosa en las tripas, pero involuntariamente mezcló su ADN con el de los insectos y ahora, varias generaciones después, Lola tiene el gen testarudo de los mosquitos, el impulso suicida de los tábanos: parece una de esas polillas que chocan continuamente con las bombillas de las farolas, una y otra vez, aunque se quemen, aunque mueran a fuerza de darse cabezazos contra una falsa luna incandescente.

Su historial matrimonial así lo demuestra:

Primero fue un croupier de taberna, trasnochador y matemático; el manejo que demostraba con los naipes la hacían desear esos hábiles dedos tamborileándole en el sitio justo por donde se le mete la costurita del tanga, sobre su baraja cuatrilabial, pero el tipo era más de comer plátanos que de pelar kiwis. Tardó poco en darse cuenta: la primera –y única- vez que inauguraron la alcoba se encontró con plumas de colores flotando en el aire y con todos los armarios abiertos de par en par. En el mar de los ojos de Lola se divisó un naufragio inesperado, un rumor de maderas quebradas y un bello mascarón de proa ahogándose.

Más tarde se amarró a un capo mafioso, antítesis del primero: analfabeto afectivo, buscador de la muerte en cada negocio, funámbulo sordo de la vida. Fueron tiempos de champagne y humillaciones, de astracán y desalojos. Todo principio tiene su final y un soplón (chivato policial) desencadenó la caída de aquel emperador barriobajero: tras un tiroteo con los sicarios gubernamentales quedó lisiado de por vida, un (des)considerado proyectil hizo diana en su escroto y ahora el croupier y el mafioso pertenecen a la misma asociación, un club muy meti-culoso. Lola no lloró y detrás de sus pupilas aparecieron pasarelas y ciudades desmoronadas a traición, como si un terremoto nocturno se la tuviera jurada.

El tercero (en discordia) fue un viajante solitario que la encandiló con promesas de llevarla a países recién dibujados, a lugares donde el clima es elegido por el visitante, oasis de fiesta perenne, de permisión total, de pulsera vip con todo incluido. Ella creyó palabra por palabra; en cada nueva revelación una noche de colchón, en cada quimera futura un amor de urgencia en la toilette del aeropuerto. Pero la pirámide se derrumbó el día que -amorosamente- quiso deshacer su maleta tras uno de los viajes, descubriendo que no transportaba fábulas de paraísos tropicales ni algoritmos de latitudes atlánticas, en su lugar guardaba un alijo de bragas ajenas (trofeos o fetiches, vete tú a saber). Lola abrió sus enormes ojos, quería lograr a toda costa que se le borraran las polaroids de desiertos lluviosos, de glaciares derretidos en chocolate caliente, de mentiras y más mentiras.

Ahora anda medio liada con un imaginante fronterizo que memoriza novelas de tres líneas, que es iconoclasta por naturaleza, que no venera ningún ídolo, ni divino ni secular, que abjura de cualquier imagen italiana que represente el más allá. Es un hombre que sueña en papiamento, que habla spanglish y que firma en español. En los ojos felinos de Lola se adivina un campo de amapolas donde –de momento- los vientos juegan al tres en raya.

Lola no quiere leer el libro nonato que él está escribiendo. Lola tiene bastante en recontranegarse a dejar caer en el olvido un tuit orwelliano que siempre recordará: El corazón es mi puta preferida.

Si yo pudiera mirarla en este momento directamente a los ojos vería un galeón pirata con todas sus lombardas dispuestas a cañonear lo que sea, a quien sea, incluso a ella misma.


Filmografía: Der blaue Engel, Marlene Dietrich.

Banda Sonora: Una historia de Alvite, Ismael Serrano.

Libro de cabecera:  María Dos Prazeres, (séptimo cuento peregrino) G. García Márquez.

NI HAO NÜZĪ

La chinita del todo a cien me pone como loco con esa carita de autista emocional, con ese rostro inexpresivo así se hunda la isla de Hong Kong, con esa piel de arroz crudo, con esa boca que promete conocer el secreto de los finales felices, con esa carencia lingüística que la hace parecer sumisa, respondiéndome afirmativamente a todo, sea lo que sea.

Quiero estudiar la disposición de los cinco elementos y practicar el arte oriental de la reubicación corporal. Quiero hacerle un feng-shui completo, quiero que las ventanas de sus ojos ásperos estén abiertas hacia el sol naciente, quiero que su desfiladero vertical esté orientado sin resistencias hacia mi Chí, quiero meter toda la medida de mi ying-yang dentro de su enmoquetado salón comedor.

Ya sé que no tiene muchas tetas, cosas de su raza y de una dieta pobre en clembuterol, pero si me esfuerzo podré sintonizar radio Yangtsé en el dial de su pezón. Ya sé que su poca estatura hace que tenga el chocho más cerca del suelo que otras, pero en horizontalidad de condiciones eso no importa. Ya sé que sus caderas son escurridas como el champú de soja que se unta en el pelo y que huele a fritura lacia, pero por lo menos no se pinta la cabeza con un color imposible cada semana.

De momento voy cada día al todo a cien a comprar pilas que no funcionan, cuchillos que no cortan, bolígrafos que no escriben y gatos dorados de plástico con un brazo incansable. Cualquier día de estos conseguiré hacerla sonreír, entonces media batalla estará ganada.

Imagínate que no tenemos piel y el frío hace mordernos los dedos

Viejo texto -ahora remozado- que empezó a sobrehilvanarse en VIVA nevagando, del cual son casi tan culpables como yo LIACICE y la propia VIVA

Ella ve mares en todos los espejos,

temiendo el quebranto del cristal que los retiene,

no por los siete años de mala suerte

si no por el temor a que se vierta un océano dentro de su casa.

 

Los viernes hornea pasteles de chocolate, canela, matarratas.

Todo a partes iguales

para que los dolores de tripa sean dulces, aromáticos, mortales.

 

Antiguos amantes vienen invitados los sábados a merendar,

café crudo para los dos y un trozo generoso de pastel para mí.

 

La ropa se nos va cayendo por el suelo

entre sus risas y mis retortijones,

en la alcoba llueven besos y bómitos,

sudor y saña,

semen y sangre.

Al alba ella fuma un cigarrillo y yo miro, sin ver,

mi reflejo en el azogue cuarteado.

                                                                                Ahora tiene un mar disgustado

                                                                                  batiendo las olas en el salón.

                                                                               (y mi cadaver en el dormitorio)

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diccionario peculiar

Soliloquio que me ha soltado esta mañana un camarero después de robarme casi tres euros por un tibio café con leche y una magdalena industrial:

“…en este país tenemos lo que nos merecemos: una cuadrilla de maricones. Primero viene una puta bollera y te quita las gasolineras, ahora llega un panchito analfabeto y nos deja sin bombillas, ya solo falta que los chinos pronto nos copien el jamón…”

TRADUCCIÓN:

…cuadrilla = en este caso se refiere al gobierno de la nación afincado en Madrid, en otros casos pueden ser los gobiernos regionales o locales.

…maricones = cobardes, que se arrugan ante la carrera nerviosa de cualquier insecto. -no confundir con el peyorativo para los homosexuales-

Los gobernantes cuando no nos defienden son maricones, cuando nos atosigan con nuevos impuestos son cabrones, o cuando nos limitan alguna libertad son  hijos de puta, leve diferencia según la acción.

…puta = cuando una mujer es superior a un hombre rápidamente se convierte en puta. -no confundir con el eufemismo de las trabajadoras del sexo-

…bollera = calificativo que cuando vine precedido por la palabra puta realza la infinita superioridad de la mujer frente al hombre que la está nombrando. -no confundir con el humillante adjetivo repostero aplicado a las hijas de Lesbos-

A veces cuando una mujer es superior a otra mujer también es puta, zorra, calientapollas y un montón de epítetos diversos, pero esto ya tiene algo que ver con el gen de la envidia, no es propiedad exclusiva de ninguno de los dos sexos.

…te quita las gasolineras = Expropiación de la filial argentina (YPF) de la multinacional petrolera española (REPSOL) por parte del gobierno argentino. Aquí la Kirchner ha estado lista, en el norte de la pampa no tienen qué comer, la corrupción de la policía en las carreteras del sur es increíble, en los márgenes del Rio de la Plata las mafias hacen lo que les da la gana, y para tapar todo el descontento social qué mejor que una dosis de patrioterismo, jodiendo un poquito a los antiguos colonizadores y aumentando el patrimonio de la nación para, ya veréis, después vendérselo a un conglomerado de empresas angloamericanas.

…panchito analfabeto = Evo Morales, presidente indígena y populista de Bolivia, dicen que no sabe leer y siempre va acompañado de ministros con bachillerato. Este hombre también tiene lo suyo, la media luna tarijeña (región de cinco provincias que le están haciendo la vida imposible a base de reclamar más recursos y más autonomía) lo tiene entre la espada y la pared. Todavía no sé porque a los latinoamericanos se les agravia llamándoles panchitos, diminutivo de pancho, hipocorístico de Francisco.

…nos deja sin bombillas = simulacro boliviano de estatalización, apropiación próximamente –dicen- compensada de una empresa eléctrica participada por el gobierno español.

…los chinos pronto nos copien el jamón = esto es lo que más miedo nos da, pero para la tranquilidad de todos les diré que los cerdos ibéricos no soportan los húmedos climas asiáticos. Otra cosa será que los chinos se hagan con todas las granjas porcinas y compren todos los secaderos de la península.

 

Hoy me percaté que casi hay que saber idiomas para tomar un desayuno en mi barrio.

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no lo entiendo

Quizás haya escrito alguna vez la palabra  enfermera

Quizás haya escrito más de una vez la palabra  follar

Dudo haber escrito  verga

Dudo haber escrito mexicana

 

Pero estoy segurísimo que nunca escribí cojiendose, sobre todo porque es un gerundio acentuado y se escribe con g de guarro

 

El tarado salido que viene a mi blog a buscar esas cosas es de Filipinas, me lo ha dicho Google Analitics. No tiene nada que ver la procedencia, ese tipo de personas habitan en todo el mundo, pero me choca que a un filipino le pongan las enfermeras mexicanas, o quizás sea un mexicano que sueña con vergas filipinas. No lo entiendo.

 

¿alguien sabe lo que significa “pasiantes”?

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EL SILLÍN DE MI MOTO ECHA DE MENOS TU CULO

Va pasando el tiempo y alguna neurona desocupada se encarga de conjugar los impulsos nerviosos hasta que salta un chispazo dentro del cerebro.  Los olvidos están despedazados a lo largo y ancho de la memoria, pero esa neurona –cabrona y con mala intención- los recupera, los enlaza, los reconstruye y hace que encajen en alguna fecha, en algún momento inesperado.

Hoy coincide todo eso y una nostalgia suboceánica asoma para recordarme que hace un año, más o menos, nos descubrimos.  Mi tristeza y yo andábamos por una parte, tus dificultades y andabais por otra, hasta que nos tropezamos.

Establecimos un tiempo de recorrer las tardes en moto, de conocer nuestras mentiras, de buscar domingos para follar, de encontrarle esquinas a esta ciudad redonda, de fumarnos las prohibiciones.  Mi heptapolaridad –una para cada día de la semana- aprovechó una noche sin lluvia para joderlo todo.  Por suerte no nos quedaron ni fotografías, ni versos, ni cicatrices. Es peor, quedó la impronta.

Las cosas no han cambiado mucho, debes seguir prendiendo fuego con la risa y yo sigo comprobando los mapas del mundo.  En ciertas latitudes hay días en los que llueven libros con rosas, y otros días llueven putadas del pasado (a nosotros nos tocan siempre éstos últimos).  Pero la lluvia nos sigue jodiendo igual, a ti por dentro y a por fuera.

Yo sigo domesticando caminos, y sigues dentro de mi cabeza.  Entonces cierro los ojos, te pienso, y mi mano derecha ya sabe lo que tiene que hacer…

 

( creo que soy feliz mientras te olvido; no lo sé, es un sentimiento nuevo para )

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ALFILERES

Ella ya sabe que todo es mentira, o casi todo.

No le importa pintarse el pelo de colores, porque su obscuro natural -de tierra prometida- siempre queda por debajo y acaba aflorando, no hay nada que hacer.

Lleva media vida esperando un candidato electoral que le prometa cosas imposibles, que la engañe con mentiras de sabores, que le deje un regusto a fresas en la lengua, quiere alguien que le diga que los lunes dejarán de joder tras los domingos, que la lluvia vendrá con advertencias veraces, que los números tendrán opinión propia, que las pecas son mapas estelares dibujados en su piel de india trashumante.

Los vértices intactos de sus tetas siguen el movimiento pendular del tiempo; del tiempo que tarda ese candidato en cumplir las promesas, del tiempo que se toma ese candidato en interpretar los caminos de sus lunares. Y él tiene el mismo arrepentimiento que un preso indultado: ninguno.

Desde entonces transporta mundos muertos en uno de sus bolsillos, en el otro guarda lágrimas intactas, húmedas, vivas, encapsuladas por la propia ingravidez del llanto, dispuestas a desbordarse mejillas abajo en cuanto muera otro mundo.

 


Algún día aprenderá a matar con los ojos, aprenderá a sostener su mirada el tiempo necesario, conseguirá meterse a través de las fibras del nervio óptico y alfiletear    todo mi cráneo por dentro hasta construir un dolor que me haga vivir.

LOS AUSENTES

Diario de a bordo (últimos días)

En el grupo ya no éramos tantos, se había ido reduciendo calladamente desde hacía dos o tres años. Al principio era difícil saber quién faltaba porque no nos conocíamos lo suficiente como para echarnos de menos, a veces dejaban de venir algunos de los recién llegados, de los nuevos, y todos reíamos pensando que habían desertado, que no habían sido capaces de integrarse, que la misión les quedaba grande. Los machos-machos siempre menospreciamos a los ausentes.

Los informes desde el exterior así nos lo hacían creer, las noticias gubernamentales no dejaban lugar para las dudas: todo va bien, las guerras externas no nos afectan, el asteroide portador de la mala suerte no podrá atravesar nuestras barreras. La Retro-resistencia (legal e instaurada desde siempre) contraatacaba dibujando mundos paralelos llenos de desgracias, llenos de fantasmas  grisáceos.

Después hubo unas pautas que hicieron oscilar nuestra fe. Pasado el verano, tras los campeonatos mundiales de imbecilidad, el grupo disminuyó drásticamente, nos dimos cuenta porque faltaban algunos de los más antiguos, de los más expertos, de los que eran indispensables en su sector. Luego las bajas se producían en el último día de cada mes, justo después de recibir los salarios. Ya no nos creíamos las bromas de los caporales: seguro que se acertó los números de la lotería; dijo que había heredado unas tierras en el norte y quiere dedicarse a plantar orquídeas; soñó que le quedaba poco tiempo de vida y quiere recorrer el mundo; ha pedido la excedencia para estudiar el canto de las sirenas. Falso, todo falso.

Ahora es peor, tenemos el miedo metido muy dentro, tan dentro que a veces se manifiesta en el interior de los calzoncillos. Los lunes de cada semana nos enumeramos y buscamos las caras de los que faltan, cada lunes desaparece alguien. En el exterior todo sigue casi igual, los noticieros siguen mintiendo, la Retro-resistencia logró el poder con su estrategia del desasosiego y están cambiando las cosas a su manera, lo que antes estaba bien ahora está mal, lo que antes estaba mal ahora está peor. Nos quieren volver locos, nos quieren alienar. Lo están consiguiendo.

Ayer comíamos en silencio los pocos que todavía quedamos, cruzábamos miradas de recelo entre nuestros platos y nuestros ojos. Uno de los últimos especialistas trasladados -porque ante la falta de recursos habían reorganizado el grupo- rompió el mutismo:

Los he visto, sé donde están los que faltan.

– ¿a todos? ¿has visto a todos? ¿estás seguro?

-Sí, todos.

-¡¡ Demuéstralo ¡!

Esa misma noche el grupo se dispersó por la ciudad, algunos hicieron vigilia en sus coches, otros en las pocas casas de putas que permitían las nuevas autoridades, yo me quedé escondido en un portal fumando (pronto prohibirán fumar en portales que no estén pintados de azul), soñando (pronto prohibirán soñar si no es con documentos y vacunas) y mirando las estrellas (pronto no quedarán estrellas). Muy temprano, a la hora y el sitio convenidos, nos volvimos a reunir justo después del alba, cuando el tráfico de coches y autobuses anula la tregua de la noche. Y era cierto, allí estaban todos y cada uno de los ausentes, más viejos, más tristes, más muertos, pero allí estaban todos. Permanecían mudos en una fila interminable, no había olor a café recién hecho en su aliento, no había luz de alboroto en sus ojos. Caminaban con los pies pegados al suelo cada vez que la fila avanzaba. ¿pero dónde terminaba –o empezaba- esa fila?

Con la valentía de la insensatez nos atrevimos a anticiparnos hasta llegar al destino de aquellos hombres y mujeres, allí descubrimos el horror que les mantenía inmóviles, unos detrás de otros: todos esperaban turno frente a las puertas de las oficinas de la INEM. (1)

 

NOTA: A pesar de muchos sé que todavía hay remedio, que aún nos queda la esperanza de que todo mejore. Lo sé porque aquella noche, mientras fumaba, mientras soñaba, mientras miraba las estrellas, la vi pasar (la esperanza), cruzó lentamente entre las azoteas, volaba sobre una alfombra y tomaba apuntes de lo que tenía que resolver en cuanto tomemos conciencia de lo que nos está cayendo.

 

(1) INEM, Instituto Nacional de Empleo. Oficinas estatales donde debes acudir cuando estás sin trabajo, allí te marean con papeles, con certificados, con fotocopias. Acaban diciéndote que te vayas a tu casa, que no des mucho la lata, que hagas un curso de formación inservible como por ejemplo sanador de almorranas, que ya te llamarán, que aprendas alemán y te vayas a limpiarle el culo a los teutones, etc, etc.

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insolencias

 

imagen bajada de google, un poquitín retocada

Hay pájaros tan bobos, y cortos de vocabulario, que se conforman con los 140 

No tengo nada en contra de ninguna red social, yo me aprovecho de ellas y ellas de mi, pero hay algunos pájaros que se creen que han inventado la vida; anteriormente hubo otros que sabían escribir breve y mejor. Los aforismos ya los inventaron los griegos.

Ejemplos:

-El reloj del capitán de barco cuenta las olas. (Gomez de la Serna, Ramón)

-También dormido el gato ve con nitidez la imagen de sus sueños (Jaramillo, Darío)

-La pintura es una poesía muda. (Da Vinci, Leonardo)

-La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la      democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes. (Bukowsky, Charles)

-La niña de la curva sueña con despertar de su pesadilla en una recta. (este es mío)

 

(imagen bajada de google, un poquitín retocada)

HUELGA

Huelga de qué, para qué, por quién.

Huelga inútil de subordinación a la entrada de la Seat en el turno de noche, huelga inservible de proselitismo frente al Corte Inglés por la mañana. Huelga para que todo quede igual, huelga para que las cosas cambien sólo a favor de los de siempre. Huelga por que los subvencionados no pierdan su derecho a dinero gratis, huelga por los que no tienen nada que perder nunca puedan perder nada.

Quiero una huelga efectiva, con una violencia justita –la colleja (suave) al conseller d’economía o al concejal de urbanismo estaría bien vista y no sería delito-, una huelga sin discursos de sindicatos obsoletos, una huelga sin supuestos y sin estadísticas mentirosas.

Quiero que la mano derecha haga huelga y todo nos salga torcido, esperando que así se enderece la cosa (ojito los zurdos no abusen de su destreza en un día como hoy). Quiero que las pornoactrices hagan huelga, y que los salidos utilicen su imaginación para tocarse, ya está bien de que todo se lo den hecho. Quiero una huelga de las redes sociales y que la gente vuelva a comunicarse como siempre: tomando unas cañas y despellejando unos cacahuetes, hablando por hablar y dejando pasar el tiempo.

Quiero una huelga de sirenas de ambulancia y de mangueras de bombero, que nadie las necesite y sean objetos del museo de antropología. Quiero una huelga de las putas que hay tras el estadio del Barça, que cierren las piernas y que los hinchas no utilicen el subterfugio del fútbol para un disfrute de emergencia. Quiero una huelga donde la gente pueda mearse en los probadores del Zara y que su dueño sea el directivo mejor pagado en olor a pis. Quiero una huelga donde los seguratas del metro tengan como mínimo el graduado escolar. Quiero una huelga donde no haya que pagar ninguna comisión a los bancos, para que cierren y se reconviertan en fumaderos legales.

Quiero una huelga de cuatro años para que nos olvidemos de esta puta crisis (es el tiempo que tarda cualquier mierda de alcalde en tener su futuro solucionado). Quiero una huelga de bisturíes, de silicona, de injertos, para que las tetas sean de caída natural, para que los calvos tengan cara de felicidad. Quiero una huelga de ventanillas abiertas y poder viajar en autobús sin preocuparme de los guarros que no utilizan desodorante. Quiero una huelga donde los cantautores con varios discos de oro no sean los principales portadores de pancartas. Quiero una huelga donde Bruselas se meta sus directrices por donde amarga el pepino. Quiero una huelga donde la gente se busque la vida como siempre lo ha hecho: trabajando, soñando, divirtiéndose.

Quiero una huelga de no recoger mi bandeja en el McDonald’s, un asco de comida de plástico a precio de percebes. Quiero una huelga de no tener que pagar por el arte, como mucho invitar a una paella al artista que se lo merezca.

Quiero una huelga de las olas del mar para que no borren de la arena el nombre escrito en el verano de mi adolescencia.

Y tú ¿qué huelga quieres?

LA CACERÍA

El gato recorre sigilosamente las cornisas de los suburbios pasando desapercibido  entre letras ajenas, camuflándose perfectamente entre sombras y resquicios; su tarea es seguir buscándola cada noche. Olfatea el humo de los cigarrillos esperando encontrar su aliento en una calada compartida, escucha ronroneos dispersos para encontrar una voz que no pretenda amaestrarlo, provoca gemidos y no los reivindica, observa desde los áticos a las gatas que bufan pidiendo una tregua, pero el gato está ocupado en otra guerra. Solo maúlla su rabia cuando le molestan.

Sabe que si persiste algún día ella aparecerá, pero el mundo se le está haciendo tan pequeño; ha visto muchos –demasiados- sitios, ha estado en muchas –demasiadas- ciudades, ha bregado en muchos zafarranchos. Cuando la encuentre ejecutará su estrategia milenaria: con suma cautela estudiará sus balanceos de mujer, se aprenderá de memoria los colores misteriosos de sus sonidos, calcará en la retina transparente de sus ojos la silueta mágica de ella, y se hará inseparable de sus sueños en cada madrugada, llenándola de miaus.

Y cuando por fin la encuentre vendrá el paso más arriesgado. Deberá aprovechar una noche calurosa de insomnio para colarse por su ventana y esperar una pequeña distracción. Se dejará ver entre las cortinas con sus uñas envainadas, con sus pupilas rojas iluminadas, con lo bigotes relamidos, y dará tiempo a que sea ella quien lo llame: minino, minino. Entonces caminará orgulloso entre sus piernas, acariciando imperceptiblemente sus medias de colores, se detendrá bajo sus faldas arqueando el lomo, erizando el suave pelaje negro, estirando la cola hacia arriba, hacia lo más alto, hasta llegar a rozar con toda la delicadeza erótica posible su clítoris.

Debe ser por todo ello que el gato fue la mascota preferida de Cleopatra, y a otros animales en cambio los sacrifican cada domingo en la arena, o los envían a dirigir el tráfico de los corderos.

SOY, SOY, SOY

Soy animal.  Fagocito, regurgito, defeco, me apareo, cambio de pelaje, mato, muero.

Soy mineral.  Me hundo en los líquidos, me fragmento en los fuegos.

Soy textil.  Me doblo, me arrugo, me encojo.

Soy metal.  Me oxido, me fundo, me transformo.

 

Soy agua.  Potable o de pantano.  Embotellada o de arroyo.

Soy esponja.  Succiono, chupo, absorbo.  Me impregno.

Soy puta.  Me vendo, me compran.

Soy tonto.  A veces regalo el completo, y nunca hago lo que me pide el cliente.

 

Soy ladrón, soy asesino.  Robo, secuestro, timo, engaño, violo, mato.  Huyo.

Soy reo.  Inocente, culpable.  Qué más da.

Soy verdugo.  Vuelvo a matar.

 

Soy orgánico.  Maleable, destructible, contagiable, recuperable, desechable, reciclable, transformable.  Perecedero.

Soy fármaco, soy placebo.  Soy droga, veneno, mierda, maná.  Seré petróleo, alquitrán, carbón, grafito.  Seré gas, erupción, terremoto, explosión.

Soy como soy

 

 

 

NOCTE (opus primum)

Sonata improvisada a cuatro manos, sin instrumentos, sin acordes, sin música. Solamente risas –muchas- y palabras –casi la misma cantidad-.

El preludio había sido cordial, educado, risueño. Con un tempo allegro moderato por mi parte (nervios o miedo a romper la magia), por la tuya era un tempo sostenuto e quasi vivace (estrategia pura y dura o que sabes bien lo que quieres).

Entre caña y caña llegamos al interludio, creo que nos fuimos igualando y conseguimos una cadenza andante, entre risa y risa no despejamos la incógnita ni resolvimos la ecuación; todavía era pronto. Quizás por eso no recuerdo como se llamaba la mierda de pizza que nos comimos ¿Minnesota, Wisconsin, Kazajistán?

Toda ópera necesita tres actos y ésta no iba a ser menos. Los últimos compases empezaban a sonar.

La brisa de la media noche era tibia, de un febrero extraño. Mi hostal estaba cerca, lo suficiente para abandonar la fase UNO e instaurar de manera bilateral la fase DOS. La noche anterior se me había cruzado un gato blanco tras el cristal dándome el indicio subversivo de que a ninguno de los dos nos gusta dormir.

Tu manera de mover el pelo, el sonido de tu taconeo sobre los adoquines diciendo «aquí estoy yo» y la forma que tienes de nadar sabiendo guardar la ropa, me hicieron recular en la ejecución, ralentizar el ritmo, dejarlo en un modo morendo. Aquí habría acabado todo: aplausos, carreras entre bambalinas, bajada de telón, algún saludo de nunca jamás al respetable, etc., Pero no te podías callar, tenías que llevarme hasta el desfiladero, hacerme sentir el vértigo que dibuja tu sonrisa contagiosa, mordiste diciendo: “Que te vaya bien…” (qué zorrón(1) !!)

Esa frase o mi instinto animal, ese tono o mis estúpidos impulsos (llámalo como quieras) provocó el movimiento final e imprevisto. Una molécula de adrenalina peleaba hipotálamo adentro por decidir cuál de las dos opciones perpetrar: una, robarte el bolso; dos, llevarme un recuerdo. Triunfó lo inmaterial y ahora tengo algo que saborearé en futuras noches de insomnio, cuando aprenda a vivir sin postdatas.  

NOTA: La celebración de mi pequeña victoria me impedía girarme y ver como tu taxi se fugaba Gran Vía abajo, pero tú tampoco te diste la vuelta, me apuesto lo que quieras, incluso me jugaría una noche perfecta.

(1) zorrón: cariñosamente que pincha con alfileres sin llegar a tocar hueso, no confundir con putón verbenero

 

ESCUDERO (segunda acepción)

Versos anónimos (arte menor) escritos en la puerta de los baños de una gasolinera de Sagunto.

 

Solamente la certeza

de perder yo la cabeza

por un culo valenciano,

impertinente y tranquilo.

 

 

(exégesis)

 

Una verdad como un templo dos puntos

he enloquecido punto y seguido

Por un culo levantino coma altanero

y con tacones punto y coma

que me da sed y hace que me

abre paréntesis

re

cierra paréntesis

corra

abre comillas

every night

cierra comillas

en su biografía de melocotón punto

 

mayestáticas pd dos puntos

sin reglas ni límites punto final

 

Nota I: Declaro la guerra a la dictadura de la métrica, al azote de las sinalefas y a la esclavitud de los pleonasmos.

Nota II: donde dice “valenciano” puede substituirse por el gentilicio de cualquier comunidad peninsular, “sureña” por ejemplo.

 

OJALÁ

 

Voy a meter mi hocico donde nadie más lo haya hecho nunca, sin miedo, a lo burro, hasta que digas basta; pero no te obedeceré y seguiré comiéndote desde los dedos de los pies hasta las orejas, y no contento volveré a empezar, frenando en seco y derrapando en los sitios que nadie te ha descubierto todavía: en las esquinas invisibles de tus esferas, en las compuertas verticales que contienen tus océanos, en la fresa salvaje, triangular y depilada que (me) espera. Moriremos y resucitaremos en cada pequeña muerte.

Aún cuando los relojes de invierno se vistan de verano yo continuaré mordiéndote.

Aún cuando improvisen sintagmas zurdos para describirnos yo continuaré mordiéndote.

Aún cuando me denuncien, me apresen y me encarcelen por carnívoro yo continuaré mordiéndote.

Y cuando me suelten enterraré mis miedos, volveré a ti para cometer el mismo delito, para reincidir; pero esta vez seré todavía más imprudente: iré armado con una risa, con mi libro de instrucciones, con un pasaporte y con una caja de condones.

 

FASES

Por desgracia pasaron muy rápido de la fase UNO a la fase DOS en su “relación”.

     −      no me gusta la palabra relación aunque esté entrecomillada. -dijo él.

      a mí tampoco; pero de alguna manera hay que llamarla. -dijo ella.

La fase UNO es la de hablar, hablar, hablar y hablar. La fase DOS es la de follar, follar, follar y follar.

Él tiene miedo a llegar a la fase TRES, es uno de los pocos números que no puede pronunciar desde la niñez, cosas de un logopeda incompetente. La tercera fase es ésa en la que cuando se miran ya se han dicho todo -o no tienen nada que decirse-, ésa en la que cuando están juntos no les hacen falta palabras -o ya se les han agotado todas-. La fase TRES es también aquella en la que se calculan los días para follar, y si surge algún inconveniente pues se aplaza, no pasa nada. ¡Odia esta fase!

Él acostumbra a desertar al llegar al tercer nivel, pero esta vez le ha pillado viejo, acomodado, y en lugar de huir hacia el futuro se ha quedado removiendo un café sin azúcar, paladeando un fado; mientras ella le cuenta la milonga premeditada de que esta noche no pueden verse, que tiene trabajo, y que mañana tampoco, que una amiga está depre y necesita alguien para llorar, y que pasado mañana… (todavía no ha decidido la mentira que parirá).

Ella está pensando en su nuevo amante, con el que ayer inauguró la fase DOS…

Él está pensando en porqué no alargó un poquito más la fase UNO, era tan interesante, tan confortable, tan sandunguera…

Ella está pensando en chupársela antes de irse, para que no sospeche nada…

Él está pensando en si volverá a encontrar alguna que sepa chuparla/conversar como lo hace ella, es tan dulce…

 

NOTA: también existen (no necesariamente) las fases CUATRO y CINCO, son fases en las que se pierden el respeto el uno al otro: dejan de quererse; fases llenas de odio: nunca se han querido; de insultos: empiezan con un simple tont@ y acaban con un irreparable hij@deputa; de desprecio: son trozos de carne sin sangre, sin alma; de maltratos: el último tropezón antes de caer en el barranco y llegar al PNR (1).  Algun@s terminarán saliendo en la portada de los informativos.

 El protagonista vivió –en su infancia- el devenir injustificado de todas las fases, por eso huye antes de llegar a la tercera, aunque le llamen cabrón.

(1) PNR: En aeronáutica dícese del Punto de No Retorno aquel en que la nave ya no tiene suficiente combustible para retroceder y debe seguir adelante, sean cuales sean las condiciones. Para acabar estrellándose la mayoría de las veces.

PENSANDO(te)

Pienso en tu noche, en golpes de ausencia y de no sueños,

en mi mañana, en el bostezo y en mi erección.

Pensando (te), tal vez en otra vida.

 

Untándome tu miel,

con escasez de ti,

entre mil acentos desparejados, inclinados, oblicuos, irreductibles,

en la reyerta continua que mantengo, en el fracaso impredecible, en el naufragio,

Pensando(te).

 

En el diesel, en los megabits de ida y vuelta, en el ruido de la prosa,

en la política de las sombras, en la luz ambigua de las velas,

en las sobredosis de besos que nos adeudamos,

en las lloreras de tristeza menstrual que te castigan,

(te)pienso.

 


 

 

 

EL CÍRCULO

A veces el círculo era ella, otras veces era yo, aunque nunca llegamos a coincidir los dos en uno mismo. Olvidado estaba el período de la creación del círculo; empezó a formarse hace mucho tiempo, muy lejos, y con la distancia no se apreciaba su fino contorno, que ya pudiera estar fabricado de ladrillo entrecruzado o dibujado con fina tiza escolar. No me dí cuenta de su presencia hasta que me encontré dentro de él. Al principio lo confundí con el tiempo, creía que el círculo era el pasado y que lo recordaba a medida que me alejaba; también se me presentó como el futuro, enclaustrado en su redondez, y que yo debía alcanzar para vivirlo y liberarlo. Llegó a ser tan nítido y, a la vez, tan difícil de definir.

Pero en el principio de los círculos estábamos y yo, engañándonos con eclosionar en nuestras prisiones. Me odié por no poder entrar dentro de tu círculo. Aprendí a moverme dentro de mi desierto acotado para aproximarme a ti. Acumulé tanto rencor que incluso pensé en matarlo, ignorando que mi círculo era mi vida.

Lo peor era cuando los círculos se superponían pero no llegaban a fundirse, hasta que acepté que cada uno pertenecíamos a círculos distintos, plurales, un círculo diferente para cada uno. Diferente en verbo, diferente en tamaño, diferente en voltaje, nuestros círculos giraban y giraban en espiral para volverme loco.  Mi círculo se hacía inmenso para hacerme creer que ya estaba fuera de él, y corría irrealmente para poder llegar hasta el tuyo, sin saber que nunca saldría del mío.

Los círculos me han perseguido desde pequeño, desde que aprendí a diferenciar los colores y las formas. Las aristas y los vértices de cualquier objeto permitían un punto de sujeción para retenerlos. Pero en cambio el círculo, o las esferas, se hacían esquivos a mis pequeñas manos y desistía de su amaestramiento.

La obsesión por lo redondo es perpetua: los donuts, las canicas, las bolitas de anís, el cero de la bandeja de entrada. La mayoría de las letras de cualquier alfabeto poseen círculos o porciones de ellos, las monedas son redondas desde las fechas de los reyes consuetudinarios. Los ciclos lunares, las ruedas que mueven la historia del mundo, el volante de mi coche, las pupilas de tus ojos, los anillos matrimoniales, el final rosado de tu pezón, los balones de fútbol, este fatigado planeta, incluso tu culo apretado por esos tejanos es bastante redondo. Todo posee relación con el círculo.

Con el paso de los siglos, aprendí a dominarlo, hacerlo girar en tu orbita, hacerlo crecer para avasallar a otros círculos, hacerlo disminuir para camuflarme y espiarte, hacerlo bailar como un tiovivo, hacerlo parar como el sol incandescente de un mediodía sureño. Engañarlo, mentirlo, crearlo y variarlo en un juego infinito, formar parte de ese círculo con todos mis átomos, abandonarlo con todo mi desprecio para no llegar a formar parte de su identidad, cambiar el valor del número µ (Pi) para no poder calcular nunca su área. Cuando todos los movimientos y efectos de mi círculo provenían de mi voluntad, fue en ese momento cuando decidí acabar con él, aún sabiendo que no te volvería a ver más.

Logré agrandar el diámetro de mi círculo infinitamente, hasta que su radio fue  proporcional al tiempo que se tarda en deletrear mil veces las dos letras que componen tu nombre. Lo tuve algunos días engañado con su enormidad. Luego cambié la estrategia: fui llamándote a distintas velocidades, encogiendo inversamente y a la misma vez su perímetro, que se ceñía concéntricamente, en cada reducción, a mi cuerpo. Hasta la última vez que (rápidamente) te pronuncié. Entonces el agonizante círculo solo fue un punto -¿redondo?- que había desaparecido junto a ti cuando ya había estrangulado mi cuello.

Por círculos de los círculos, amén.

NOTA: hay otra versión de este texto, primaria, canalla y espontanea, donde no incluí las tres primeras letras de la palabra que tanto se repite.

Obvio que no aprobé geometría, me pasé todo el semestre mirando el círculo de la profesora.

SALA DE LOS MORIBUNDOS

En el hospital de la montaña hay una planta entera donde a los hipocondriacos, y a los desahuciados, les rellenan el frasco del gota a gota con agua caliente del grifo, dicen que no vale la pena hacerles felices.

Me colé en la sala de los moribundos buscando un rincón donde escupir los herrumbres de tanto café de máquina. Las enfermeras barrían los pulmones del viejo de la 107, que ayer los tosió tras la puerta. Vendajes y apósitos por el suelo.

El taxista loco de la 201 dejó que el hombre que violó a su hijo viviera doce años y un día, justo el tiempo que lo condenó la justicia, después lo arrolló con su viejo taxi, un supermirafiori 1500. Lo atropelló en la calle Entenza esquina Rosellón, al salir de la Modelo; ahora vive a pensión completa en la sala de los moribundos, su historial médico indica que está loco, que se quiere matar en su taxi, licencia número 1967.

Los borrachitos de la planta de abajo vienen a ver a los bronquíticos, unos esperan un hígado de recambio, otros llevan atada a la espalda una botella vacía de oxigeno. Organizan timbas de julepe en los descansillos del ascensor, se juegan una copa de anís o un par cigarrillos Winston paquete blando. Pero desde que murió el asmático de Lorenzo apuestan sin mucha ilusión, les abandonó antes de pagar la deuda etílica que tenía con el cirrótico de la 369.

Vicentico Pérez y Celia Cruz siguen cantando sus vasos vacíos en el mp3 de la enfermera, y se olvida completamente de que es la hora de repartir el veneno de las 22’30h.

( Defecto reconocido: quiero abolir los impuestos del tabaco y del alcohol, patrocinan lo que peor funciona en este país: sanidad, cultura, derechos sociales  )

CIRUGÍA CORONARIA

Podrías poner tus manos en mi pecho y apuntar con tus dedos a la derecha del esternón, justo en un hueco entre las costillas. Podrías apretar ahí muy fuerte y hundir tus uñas en la carne hasta llegar al músculo cardíaco. Podrías rodearlo con la palma de tu mano, separarlo de las venas que lo alimentan, girarlo sobre sí mismo rompiendo sus anclajes. Podrías, luego, retirar lentamente la mano (sabiendo que cuanto más despacio más duele) con mi corazón apretado y asfixiado dentro de tu puño (sabiendo que cuanto menos oxigeno más muerte).

Se me olvidaba, ya lo has hecho.

(mi) EFECTO MARIPOSA

Cincuenta y cuatro generaciones de Trástamaras y sus diferentes ramas (Avís, Habsburgo, Borbón y Braganza) han reinado durante siglos en Europa con un sólo propósito. Desde el siglo XII hasta nuestros días, tooooodas sus acciones han estado encaminadas a dejar los cimientos bien asentados para ese proyecto, a prever actos y consecuencias que cientos de años después reflejarían un resultado. Pero lo misterioso del asunto es que ni ellos mismos lo han sabido nunca. Es un código marcado genéticamente no se sabe porqué.

Sólo una pariente lejana de este real clan (María Eugenia de Montijo, 1853-1871, emperatriz de Francia y madrina de la reina Victoria Eugenia de Battenberg) se descantilló un poquito de la secreta misión encomendada. Sepan que en vez de estarse quietecita como todos sus bisabuelos le dio por ser activa y oscilante: Se casó con uno de los Napoleones (el más calzonazos, seguro), los agostos se los pasaba en Biarritz (entre gigolós y mamporreros) enseñando chicha, hizo que nadie olvidase en aquella época a su admirada María Antonieta (un pendón de primera categoría, según las biografías), se saltó a la torera todos los protocolos y cuando le venía en gana sentábase en el trono francés -¿ya he dicho que su marido era un calzonazos?- dirigiendo el porvenir a su antojo. Era ansiosa, siempre tenía prisa y encargó a un primo lejano (Fernando de Lesseps) que le acortara el camino entre los continentes, el primo –enamorado hasta el tuétano- acepto y abrió una brecha increíble entre Europa y Asia, cicatrizando con agua de mar un trozo de Egipto (Canal de Suez). También se cepilló a Maximiliano I, emperador de México; no es que se lo tirara salvajemente una noche loca de verano, lo que sucedió es que le envió a pelear con los mexicanos y éstos no estaban por la labor de dejarse invadir por los franceses (¡vaya desagradecidos!). Asimismo se encaprichó de un médico de provincias y le pagó todos sus vicios: alambiques, probetas, artilugios de botica, cadáveres para experimentar, minerales raros, etc. (Louis Pasteur); años más tarde el médico de provincias, correspondiendo a sus favores, le regaló un par de caniches con el siguiente mensaje: no te preocupes si te muerden, estaré yo para lamer tus heridas.

Bueno, a lo que estábamos, que me lío. Miles de hechos inconexos tienen un fin común. Toda la mencionada cuadrilla de reyes, barones, vizcondes, marqueses y demás real ralea, provocaron guerras y zafarranchos, separaron tribus y territorios, engendraron tarados y prodigios, convencieron con artimañas desconocidas a la reina Isabel la Católica para que se fijara en aquel marinero italiano (Cristóbal Colón, algo mariconcete en sus vestimentas), con urdimbres palaciegas consiguieron que le proporcionara barcos y remeros a tontas y a locas; después enredaron, no se sabe cómo, al susodicho genovés para que errara el destino de su viaje y se tropezara con el Nuevo Continente, y ya puestos para que Américo Vespucio se forrara redibujando el mapamundi unidimensional más completo esbozado hasta la fecha.

Un puñado de españoles (sevillanos sibilinos, cacereños hambrientos, gallegos desubicados, vizcaínos resabiados, además de patibularios, estafadores e inconscientes) se lanzaron destrozar esa nueva tierra, a rebuscar hasta en el último rincón los tesoros que nunca encontraron; los ingleses, los holandeses y algún que otro descastado europeo también pusieron su granito de arena, no te creas. Todos han seguido jodiendo la marrana durante esta vida para concluir sus designios hasta el día de hoy. Guerras mundiales, años de crecimiento económico, epidemias, olimpiadas, terremotos, crisis energéticas, viajes a la luna, videojuegos epilépticos y cualquier hecho que remueva las tripas del planeta, cualquier tipo de intriga o evento ha servido para finalizar su intrínseco cometido. Siempre con la máxima maquiavélica: el fin justifica los medios.

Y todo esto ¿para qué? Yo lo sé. Yo lo he descubierto. Yo -que no tengo nada que ver en este “fregao”- soy el último eslabón de esta cadena intemporal e intransitoria.

Sí, porque a mí me ha tocado en suerte saber que al otro lado de los océanos habita una hembra de carácter fluctuante y piel canela; que prefiere conseguir las cosas despierta a soñar con ellas; que Dolce & Gabbana se han atrevido –putos- a robarle una gota de sudor para inventar perfumes; que me regala (mezcladas entre el burbujeo de los salmones salvajes) moléculas de ensueño, a mí que no duermo desde hace varias navidades; que me habla con palabras de colores; que me cambia el aburrimiento del día a día por momentos de fantasía con sus esferas; que me troncho de risa con sus trabalenguas; que duerme con dinosaurios del pasado; que sabe hacer música con las clavijas del teclado; que no es tan dulce como parece ni tan ácida como presume; que tiene unos ojos que no son de este mundo; que sueña continuamente con naufragios y yo estoy aprendiendo a reflotar todas las carabelas que andan hundidas por esos mares; que…

EPITAFIO

Que el amor no existe, es de cajón; que huele y sabe a mierda, todo el mundo lo ha comprobado. Entonces por qué te obsesionas en preguntarme si te quiero.

Nunca elijo las palabras cuando hablo o cuando escribo. Un bocazas o un aventurero, según se mire. Por eso es mejor que no me sigas preguntando, no vaya a ser que un día (harto de tu interrogatorio) te diga que sí, que te quiero, que te amo, que me bebo tu aliento, que me como tus suspiros. Entonces se acabará todo.

Y más ahora, que veo como los almanaques avanzan imparables, como si utilizaran combustible nuclear. No tengo tiempo de cambiar locura por cariño.

Como aquella otra compañera de colchón que me echaba en cara que nunca le escribía nada, que solamente me inspiraban los fracasos y los desagües, los culos ajenos y los desastres propios.

Insistió tanto que al final le escribí mi epitafio: te prometo que es mentira todo lo que te prometí.

Un minuto después vació sus cajones de bragas y mi billetera de dinero, lleno su bolso con recuerdos y mi portátil con virus, llamó a un taxi con su teléfono y a su amiga de Washington con el mío.

Ahora vive con un tipo que seguramente tiene todo más grande: la casa, el coche, el ego y hasta la polla. Sobreviví al desahucio inverso, aunque me quedó una fobia a las frases de dos palabras, como la de su despedida: ¡¡ jódete cabrón !! (1)

(no se merecía ni que le escribiera un pos-it fosforito en la nevera)

(1) Creo que desde entonces me viene la manía de duplicar verbos y adjetivos, para evitar frases binarias.

SUPERHEROES

Toda la infancia acompañado por la misma frase de su padre: “los tipos duros nunca lloran, nunca tiemblan”.

Toda la adolescencia marcada por el carácter marcial de su tutor: “el pez grande se come al pequeño, es la ley de la selva”.

Años más tarde, cuando se hizo adulto y maduro (adúltero e insensato), se convertiría en un superhéroe: El Bombero Gelatina.

Y lloró -escoltado por su mascota la sardina- en todos los incendios del planeta.

ON THE ROAD (Kerouac se me adelantó)

La carretera larga, estrecha, sucia. Yo cansado, lento, más sucio todavía. Los días inacabables, eternos, sucísimos. Y las noches ni te cuento.

Arrastrándome en este desierto.

Al final de la carretera un precipicio, al fondo del precipicio el mar. Agua, bikinis, birra fresquita.

No hay que pensar, sólo saltar, únicamente volar, planear, aterrizar y disfrutar.

A mitad de la caída percibo que no soy ave, que soy piedra.

También me han hecho un hueco para no dormir aquí: «crítica feroz»

EMPUJE

A fuerza de empujar cada noche el cabezal de la cama contra la pared hicieron un desconchón, y como nadie protestó siguieron empujando hasta llegar a casa del vecino, un cochabambino indefenso y sin papeles.

Con ese empuje sin fronteras y sin árbitros han acabado follando con el colchón en medio del rellano comunitario. Desde allí rodaron escaleras abajo hasta el portal, salieron regalándose un sesenta y nueve a la Avenida República Argentina y continuaron amándose calle abajo. En el puente de Vallcarca culminaron un polvo e inauguraron otro, pasaron frente a la parada de metro de Lesseps y desde allí giraron en un vórtice de pasión hasta la Ronda General Mitre, donde acabaron en medio de una manifestación de anti hipotecarios, que aplaudían, sacaban fotos con el móvil y retrasmitían vía Twiter. Y ellos seguían desnudos, con los ojos cerrados, probando todas las posturas que se les ocurrían y que más placer podían darles.

Ella era muy poquita cosa y él ya estaba en declive, pero jodiendo rompían moldes; fíjate que sin querer han llegado a cambiar la órbita de algunos planetas. Ella era todo huesos, poca chicha, y una mata de pelo negro increíble; él era un disco de vinilo de Fabrizio de André, imposible de piratear, con la ausencia y el déjà vu tiznados en cada arruga. Ella tiene la sonrisa más bonita que jamás se haya visto, y él, que es triste por naturaleza, entiende de eso. Ella es clitoriana y él inseguro, la conjunción perfecta para no darse por aludidos, para repetir todas las veces que haga falta, para no rendirse aunque el Ibex 35 haga cagarse de miedo a los especuladores.

Ellos, ajenos a las catástrofes financieras y meteorológicas, siguen dale que te pego, como si hubieran redescubierto un sistema mutualista de encontrar la muerte, a base de proporcionarse orgasmos y risas.

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CONSECUENCIAS DE LA CRISIS FINANCIERA EN EL ÁMBITO DE LA PRECARIEDAD LABORAL

La crisis las obligó a delinquir. Su delito fue organizar viajes clandestinos a París. Nocturnos, de ida y vuelta, sin escalas. Recogiendo y entregando los pedidos en la misma noche, saltándose las fronteras, las aduanas,  los formulismos y los plazos.

Las autoridades locales en particular, y Bruselas en general, metieron mano en el asunto. Legislaron lo que nunca se había legislado. No podían consentir que un colectivo de transportistas, con un servicio de mensajería tan tradicional y milenario, dinamitara todos los protocolos; se anarquizara a estas alturas de la historia.

La C.E.E., la U.E., la O.N.U., la U.N.I.C.E.F. y una miscelánea de organismos parasitarios se pusieron manos a la obra. Ofrecieron subvenciones, para igualar los salarios. Ofrecieron deslocalizar la producción en otros continentes, para incluir trayectos de largo recorrido e incrementar el empleo. Ofrecieron auditar constantemente a las multinacionales caucheras del condón y a las industrias farmacéuticas de las pastillas anti baby. Ofrecieron expulsar de la vieja Europa a los esquiroles recién llegados de otras latitudes, en especial a los cormoranes, a los pelícanos y a los flamencos.

Los sindicatos no se pronunciaron. Como siempre.

Pero aún así, con todas estas (ineficaces) medidas en marcha, el motín del empleo sumergido ya estaba en todo su apogeo, e iba a ser imposible detenerlo. La temida tercera guerra mundial (la del sub- proletariado) estaba gestándose de un día para otro.

La baja natalidad europea obligó a las cigüeñas a delinquir, a buscarse la vida.

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NOTA: Texto basado en el cuento mentiroso que un papá coloca a su hijos cuando quieren saber de dónde vienen los niños, y éste les dice que vienen de París, en lugar de dar la explicación coherente de que son fruto de un amor, de un descuido, de una noche de tequilas, de un proyecto futuro, de lo que sea.

Asimismo todo el mundo sabe que muchos bebés europeos se compran en los orfanatos de Asia, África y Latinoamérica.

COLORES (cuento infantil)

Conozco gente que tiene la piel de color azul, y no son muppets. Los he visto de color verde y no son militares.

Otros son de color tinto, de color rojo, de color carmesí, y no viven entre infiernos ni volcanes. También conozco varios que llevan el negro por dentro y por fuera, en las ideas y en las mejillas, y no son ni tahúres ni africanos.

Otros muchos serán (a su pesar) de color gris, de color humo, de color ceniza, y no han conocido a Momo.

Y algunas personas son camaleónicas que mutan de tonalidad a conveniencia, trabajan en oficinas, en consistorios, en parlamentos.

Sé de alguien que incluso se ha bebido un bote de témperas para encajar en su puzle particular, que se ha comido una caja de crayones para desfigurar su momento. No es toxicomanía, simplemente es un enamorad@.

Pero, qué quieres que te diga, me llevo mucho mejor con los MULTICOLORES, con los que arrastran su arcoíris todos los días, con los que sufren su pantone policromado en cada palabra. Están en la calle, junto a mí, junto a ti.

CANSANCIO

Harto de coños con sabor a Marlboro light, con un sahumerio sudoroso de madrugadas (futuras), con ecos (pretéritos) del tráfico (presente) de taxistas (mentirosos) al final de su turno, con manchas (delebles) de casados (aburridos) que quieren ser solteros todos los días (fines de semana), con estigmas (invisibles) de cuarentones (deprimidos) que quieren ser veinteañeros (impacientes) antes de la derrota inevitable del tiempo…

Necesito dormir, donde sea-con quien sea, cuanto antes.

SOUVENIR

En cada regreso te traía un regalo-soborno: un llavero de piel italiana (vera pelle) a cambio de una de mis mentiras, una taza de café sin cucharilla a cambio de una de mis historias de una noche, una postal con atardeceres trucados a cambio de una factura de hotel con habitación doble y desayuno incluido.

La ilusión de tu cara, frente mis cachivaches baratos, superaba mi arrepentimiento y enmendaba mi degradación.

Tú nunca me regalaste nada, tampoco viajabas mucho, pero cuando volviste de Washington y llegaste vestida con aquella T-shirt, supe que me habías derrotado.

El slogan de la camiseta, seriegrafiado en naranja sobre fondo negro, era premonitorio: The future is in mi pussy. Find it.

TATOO

Ella eligió para su omóplato derecho una ninfa violeta aleteando picaronamente sobre una ola difuminada en azul turquesa, pero el tatuador añadió y camufló un delfín dorado, escondido perfectamente entre la espuma blanca del mar. Era su firma de artista canalla. (Está muy harto de tanta treintañera egocéntrica de culito respingón)

Ella viaja en tren dos veces al día, de Mataró a Barcelona por la mañana y de Barcelona a Mataró por la noche. A la altura de Montgat, allí donde las vías casi rozan la playa, el vagón en el que va sentada empieza a humedecerse con un salitre travieso, se escucha el rumor sordo de un rompeolas invisible, y se presiente un chapoteo obsceno bajo los asientos.

Ella tendrá un sarpullido dulce y pigmentado sobre la espalda cada vez que baje del tren, pensará que es alérgica a los polizones sin ticket, a los senegaleses silenciosos. Pero se equivoca completamente, el delfín es el culpable de todo, que quiere escapar, como sea, del acuario epitelial, que se excita hasta enloquecer con los aromas mnemónicos del mar.

INFINITO

(para Y. que seguirá coleccionando pólizas en su pasaporte falso )

La chica del infinito sabe que las piedras tienen memoria, por eso anda buscando planetas líquidos.

La chica del infinito provoca incendios con su impaciencia, causa amnesias con sus jerarquías, entonces las cocinas se declaran zona catastrófica y arden cuando la presienten.

La chica del infinito ha inventado un idioma de verbos sin tiempos conjugados, pero el universo giroscópico es mudo más allá de las avenidas.

La chica del infinito sabe descifrar el lenguaje espiral de las caracolas, pero vive sobre una línea de puntos suspensivos.

La chica del infinito no llora, podría  inundar su cama.  Y yo nunca aprendí a nadar

 

 

 

CINE DE BARRIO

El acomodador estaba tan enamorado de la taquillera, que una noche compró todas las entradas de la sesión golfa. Quería hacer el amor ricamente en la primera fila, repitiendo en su oído todas las escenas que había aprendido en la gran pantalla.

No contó con la presencia del proyeccionista. Tuvo que conformarse y compartir. Hicieron un trío.

Años más tarde el cine de barrio cerró sus puertas, obligado por la crisis y el top manta. La taquillera y el proyeccionista abrieron un videoclub ruinoso. Sólo tenían un cliente: el acomodador.

INSOMNIO

Ya sé que miles de cigarrillos Winston, o las noches eternas de gintonics y amaretos, me llevarán de cabeza a la tumba. Pero estoy negociando, con quien corresponda, cambiar mi muerte por la cadena perpetua de tu insomnio, trocar mi hora final con tus horas nocturnas interminables. Buscaré el mejor trepanador egipcio, haré que hurgue con su berbiquí en un punto exacto de mi hipocampo, justo allí donde se regulan los horarios del sueño. Luego cauterizaré con salmuera mis sesos para evitar septicemias, sellaré mi cráneo con substancias irreversibles, y dejaré de dormir para siempre.

¡¡ Anda, mira qué bien !!, al final no me ha hecho falta recurrir a la cirugía ancestral. Tú ya me has contagiado. No sé si mezclaste la falta de sueño entre tu risa, entre la saliva dulce de algún beso o entre las hebras infinitas de tu melena, pero el caso es que ya no duermo.

Los días son largos pero las noches no hay quien se las apure, son transoceánicas. Todo el silencio del mundo me rodea, pero cualquier pequeño sonido me llega como un cañonazo al centro del cuerpo: el goteo de un grifo eterno, la sirena lejana y maldiciente de una ambulancia, el rumor de un colchón agitado por unos que están follando en las antípodas, el imperceptible y oxidado chirriar del eje del planeta; ahora mismo está lloviendo en Macondo, lo sé, lo oigo.

Soy como esos tigres del zoo, encerrados en una pequeña jaula de cuatro metros, caminando de un lado a otro, incansablemente, toda la vida, con la mirada siempre en un punto fijo. Así estoy yo, recorriendo la habitación de pared a pared, descalzo para no molestar al vecino de abajo, desnudo para no escuchar el roce de la ropa, con la mirada siempre en la cristalera, esperando a que la ciudad se despierte y me acompañe en mi insomnio.

Los gatos se cansarán de maullar a la luna y yo seguiré en mi ventana, espiándolos, viendo como se dispersan al clarear el alba.

Mil años después los médicos seguirán sin creer que el insomnio sea infeccioso. Yo soy la prueba viviente, y sin sueño, de su incredulidad.